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Las palabras olvidadas de Ben Bella y el régimen de Argel.

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“Como argelinos, no tenemos derecho a jugar el desmembramiento de Marruecos, no es asunto nuestro. Marruecos tiene profundidad histórica; de hecho, la mayoría de las dinastías marroquíes provienen de Saguia El Hamra. La política de Marruecos siempre ha estado en el Sahara. La política de todas las potencias marroquíes siempre ha estado en el Sahara. El problema del Sáhara marroquí no es sólo el problema de Hassan II, es el problema de un pueblo, de la historia”.

Estas palabras, pronunciadas por Ahmed Ben Bella en 1985 durante una conferencia de prensa junto a Hussein Ait Ahmed, resuenan hoy como una denuncia premonitoria de la deriva del régimen de Argel. Primer presidente de la Argelia independiente y actor clave de la revolución, Ben Bella tenía una visión lúcida e histórica de las relaciones norteafricanas, alejada de las estrategias bélicas que vendrían después.

Profundidad histórica de Marruecos y la cuestión nacional

« Como argelinos, no tenemos derecho a jugar el desmembramiento de Marruecos, no es asunto nuestro. “. Esta frase de Ben Bella resuena como una advertencia contra la injerencia en los asuntos de su vecino marroquí, poniendo de relieve lo absurdo de las ambiciones hegemónicas que caracterizaron a la Argelia oficial décadas después.

« Marruecos tiene profundidad histórica; de hecho, la mayoría de las dinastías marroquíes provienen de Saguia El Hamra.. La política de Marruecos siempre ha estado en el Sahara “. Con estas palabras, Ben Bella reconoció la legitimidad histórica de las demandas marroquíes, en contraste con el discurso actual del régimen de capos seniles de Argel, encerrado en una retórica anacrónica y manipuladora.

La declaración del ex presidente no fue una simple acusación contra el intervencionismo ciego de Argel, sino un recordatorio de que la unidad del Magreb, supuestamente defendida por el régimen, estaba siendo hundida por maniobras destructivas. Durante décadas, el régimen argelino ha alimentado un costoso conflicto, agotando los recursos de la nación y sembrando discordia entre el pueblo argelino, todo por una quimera política.

« El problema del Sáhara marroquí no es sólo el problema de Hassan II, es el problema de un pueblo, de la historia “. Esta declaración subraya que la cuestión del Sáhara trasciende regímenes y personalidades para anclarse en la conciencia colectiva de Marruecos. Sin embargo, el régimen de Argel sigue negando esta realidad y prefiriendo cultivar un antagonismo estéril y costoso.

Ahmed Ben Bella, consciente de las profundas raíces de Marruecos en la región, no tenía ningún interés en denigrar las realidades históricas en beneficio de un nacionalismo artificial. Por el contrario, el aparato de los fascistas seniles de hoy parece aferrarse a un discurso obsoleto, afirmando defender derechos y libertades ignorando el precio pagado por los propios argelinos: una economía anémica, un pueblo desilusionado y una posición internacional debilitada.

La deriva de una dieta sin visión

Llama la atención este contraste entre la visión clarividente de Ben Bella y la terquedad de los seniles en el balcón del espectáculo de los Muppets realizado en Argelia. En 1985 ya había advertido contra una política guiada por la vanidad y la hostilidad gratuita. Hoy, los resultados de esta obstinación son claros: miles de millones de dólares gastados en vano, una diplomacia que acumula derrotas y un pueblo argelino que exige otras prioridades.

Las palabras de Ahmed Ben Bella resuenan hoy como una crítica conmovedora a las decisiones del régimen de los capos de Argel. La historia, en lugar de ser respetada, se ha convertido en una herramienta de propaganda. La verdad, que Ben Bella se había atrevido a recordar, es que la cuestión del Sáhara marroquí no es una simple cuestión territorial, sino un vínculo inquebrantable entre un pueblo y su historia. El mal nombrado régimen, al mantener viva la llama de un conflicto sin salida, prefirió traicionar ese espíritu norteafricano que decía defender.

Lejos de detenerse en la cuestión del Sahara, el enfoque beligerante de los capos de Argel fue parte de una lógica de superioridad nacional. Cada discurso pronunciado, cada maniobra diplomática refleja el miedo a los cuestionamientos internos. Para ocultar fracasos económicos y políticos recurrentes, el régimen prefiere encerrarse en una retórica agresiva, desviando la atención de los problemas reales: el desempleo, la fuga de cerebros y una sociedad civil que se está quedando sin fuerza bajo el peso de una represión silenciosa.

Más allá de las fronteras, el régimen argelino ha visto desintegrarse sus alianzas y sus intentos de influencia fracasaron frente a una diplomacia marroquí más asertiva y anclada en un enfoque constructivo. Este contraste no hace más que poner de relieve la obsolescencia de las estratagemas heredadas de los años de liderazgo, mientras el mundo avanza y el pueblo argelino aspira a un futuro en el que los discursos vacíos den paso a soluciones justas.

Mientras que la Argelia contemporánea, dirigida por un círculo restringido de generales influyentes y un presidente designado que lucha por imponerse más que mediante discursos vacíos, persiste en alimentar la discordia en el Sahara, las palabras de Ben Bella ofrecen un sorprendente contraste. Para él, el Sáhara no era un juego de poder regional, sino una cuestión intrínsecamente ligada a la historia y la realidad marroquíes.

La declaración del ex presidente no fue una simple acusación contra el intervencionismo ciego de Argel, sino un recordatorio de que la unidad del Magreb, supuestamente defendida por el régimen, estaba siendo hundida por maniobras destructivas. Durante décadas, el régimen capo fascista de Argel alimentó un costoso conflicto, agotando los recursos de la nación argelina y sembrando discordia dentro del pueblo argelino. Todo esto por una quimera política.

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