tCada mañana me levanto para ir a entrenar, una y otra vez. Todo esto me recuerda un poco a Tailandia y al episodio que inició esta serie (léase episodio 1, “Boxeo tailandés, ascensor a la jaula”). En los días difíciles, pienso en Chad, en Ko Samui, que sigue cogiendo su scooter dos veces al día para lucir los anillos, en pos de su sueño. Y sus incesantes exhortaciones a “mantén la cabeza en alto, nunca mires al suelo, porque la actitud del cuerpo influye en la mente”. Debo admitir que hay más consejos audibles bajo el sol tailandés.
Hay algunos chicos motivados como Chad en mi gimnasio parisino. Locos que no se preguntan si quieren o no ir a entrenar. Para mí, si me pierdo una semana de entrenamiento para terminar artículos o por pereza (lo prometo, nunca hago eso), el único riesgo es encontrarme un poco menos fuerte para mi pelea. Estos muchachos se saltarían la práctica mientras sus futuros oponentes, cuyas identidades ni siquiera conocen todavía, probablemente estén sudando en el gimnasio. En cualquier caso, eso es lo que se dicen a sí mismos para convencerse.
Jean Magny es uno de ellos. Con 22 años, es casi el competidor más joven de la sala. Con 85 kilos en la báscula fuera del periodo de preparación y 77 el día del pesaje, muestra un físico imponente.
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