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Fariba Adelkhah: “Sobreviví haciendo mi trabajo, transformando la prisión iraní en un objeto de estudio”

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Es franco-israelí, antropóloga, directora de investigación de Sciences Po. Fue detenida en el aeropuerto de Teherán el 5 de junio de 2019, luego acusada de espionaje y encarcelada en la prisión de Evin, donde corre el riesgo de ser condenada a muerte. Fue indultada después de cuatro años… pero no absuelta. Fariba Adelkhah cuenta su historia en “Prisionero en Teherán: un etnólogo detenido en cárceles iraníes” (ed. du Seuil).

Confiaba demasiado en mi universidad, en mi trabajo, no estaba preocupado“, dice, cuando le preguntan si no desconfiaba lo suficiente de las acusaciones de espionaje que se cernían sobre ella. La antropóloga explica que en su trabajo, por falta de pruebas políticas, los interrogadores de la justicia iraní registran ordenadores y teléfonos móviles: “En este caso, es un arma, una manera de hacer hablar a la gente poniendo sobre la mesa su vida privada. Hoy son 20, 25 años de mi vida privada en mi ordenador, en mi móvil, y esta vida está en manos de gente que no conozco.“.

“Es una unidad social”

Por tanto, se considera una prisionera política: “En prisión estamos entre los muyahidines que quieren derrocar un régimen, los que no piden nada más que libertad, y yo, que hago mi trabajo. No entendemos cuál es la definición de preso político, además Irán dice que no hay presos políticos, son personas que ponen en peligro la seguridad del Estado. No hay presos políticos, sólo presos de seguridad“.

Como resultado, en esta mezcla entre monárquicos, derviches, activistas medioambientales, feministas, cristianos, periodistas, kurdos, estudiantes, la vida cotidiana es difícil: “Es una unidad social, la gente vive junta las 24 horas del día. Puedes ser una molestia sin saberlo. Muchas veces he dicho que mis verdaderos carceleros eran mis compañeros de prisión, estamos bajo la vigilancia de los demás, nos atacamos, hay celebridades de la prisión, de aquellos de los que nunca sabremos nada aunque hagan una huelga de hambre, etc.“, analiza, explicando esta unidad social como antropóloga desde dentro: “Ese es mi modo de resistencia, traté de sobrevivir transformando la prisión en un objeto de estudio.“.

También dice que con el movimiento “Mujer, Vida, Libertad”, muchas mujeres se niegan a ponerse el velo para salir, aunque sea una obligación. “Pero olvidamos que detrás de este gran movimiento existen otras formas de resistencia que no son nuevas.“, afirmó, haciéndose eco de la escritora Sedigheh Vasmaghi, que lleva el velo por convicción pero se opone a su obligación y, por tanto, se reveló ante un juez.

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