mi¿Qué pasaría si nuestras celebraciones patrióticas volvieran a convertirse en grandes celebraciones populares? El 11 de noviembre es una fecha que muchas veces ya no significa mucho. Un recuerdo de infancia, difuso y lejano, para algunos, un recuerdo de una Francia desgarrada por el mayor conflicto mundial para otros y que, con la desaparición de los últimos testigos, se va alejando poco a poco de la memoria colectiva. Un día festivo para todos, especialmente si cae en día laborable.
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Sin embargo, algunos franceses siguen obstinadamente asistiendo a las conmemoraciones patrióticas. Frente a los aproximadamente 30.000 monumentos de guerra construidos en nuestras ciudades y pueblos de Francia, encontramos, contra todo pronóstico, al alcalde, con un pañuelo tricolor al hombro, a los veteranos, con sus medallas expuestas con orgullo en el pecho, a los abanderados de diferentes países patrióticos asociaciones.
Y algunos curiosos se fueron sumando poco a poco al desfile que va desde el ayuntamiento hasta el monumento a los caídos. ¡Están aquí! A pesar del viento, a pesar de la lluvia, a pesar del frío. Un pequeño puñado de cabezas grises siguen fieles al puesto. El 11 de noviembre representa para ellos una obligación moral, una deuda, un homenaje.
Hace unos días, recordamos a nuestros muertos (y a todos nuestros santos que ya se resisten a Halloween), ¡podemos dejar algunos crisantemos extra para nuestros soldados que murieron por Francia!
Esto es todo lo que queda de la conmemoración del armisticio de la Gran Guerra, establecida como fecha nacional desde la ley del 24 de octubre de 1922 y la ley del 28 de febrero de 2012 que fija el 11 de noviembre como la conmemoración de todas las muertes para Francia. Esta terrible guerra global, total, realmente ha cambiado la faz del mundo y la de nuestro país. 1,4 millones de franceses nunca volverán, asesinados en estas trincheras asesinas. Cada comuna en Francia pagó una parte de este alto precio, nadie escapó, nadie escapó.
Participa en el deber de memoria.
Una conmemoración no es nostalgia ni folklore. ¿Qué pasaría si nuestras celebraciones patrióticas volvieran a convertirse en una gran celebración popular?
En 500 municipios de Francia, el Pasaporte de Ciudadanía reúne a todas las generaciones en el mismo júbilo popular y el mismo entusiasmo con motivo del 11 de noviembre. De hecho, más de 100.000 jóvenes honrarán a nuestros soldados que murieron por Francia. Y con ellos, miles de familias que se dirigirán hacia el monumento a los caídos, respondiendo al llamado de la patria, pero sobre todo al insistente llamado de sus hijos.
Equipados con su Pasaporte de Ciudadanía, cuya primera acción es “participar en el deber de la memoria”, los jóvenes vivirán la experiencia de una conmemoración. Siga el desfile, cante en voz alta la Marsellesa, inclínese ante la estela, conmuévase durante el minuto de silencio y el lamento del clarín que nos recuerdan que después del horror de la guerra, se apuesta por la modestia y la moderación. Éstas son las actitudes que podemos exigir de todos nuestros compatriotas cuando la memoria de Samuel Paty y Dominique Bernard sigue siendo una herida abierta.
Creado en 2015 en Vendée tras los repetidos ataques que devastaron nuestro país, el Pasaporte Cívico devuelve la bandera al centro del pueblo. El objetivo es crear una descarga eléctrica reavivando la conciencia cívica de nuestra generación joven. Sólo podemos realizar plenamente nuestro potencial como ciudadanos a través de raíces locales que contribuyan a la cohesión nacional y un compromiso que cultive el bien común. Durante demasiado tiempo, los derechos han sofocado los deberes.
Una conmemoración sólo tiene sentido si está dirigida específicamente a la generación más joven. Con un mensaje estimulante y claro sobre el amor a la patria, el sentido del deber, el valor del compromiso. Cada generación tiene sus desafíos que afrontar y sus deberes que cumplir. Éste es el mensaje que debemos transmitir, cueste lo que cueste, a las generaciones más jóvenes. Lo que está en juego es nuestra capacidad de vivir juntos, de entendernos y de escucharnos en una sociedad cada vez más fracturada.
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Respuesta
Francia es a la vez Clemenceau y De Lattre, sintetiza dos corrientes ideológicas opuestas pero unidas por el mismo ideal republicano. “Unidos como en el frente” es el lema de la Unión Nacional de Combatientes (UNC). Francia es un patrimonio pero sobre todo es un desafío para las generaciones futuras. Ésta es, en efecto, responsabilidad de nuestra generación: consolidar las bases que nos permitan vivir juntos el mañana. La conmemoración es, por tanto, un acto de cohesión nacional, un lugar de encuentro y unidad popular.
Ayer hubo guerra, hoy hay crisis. Pero es la misma tentación de darse por vencido. Cada generación tiene sus desafíos que afrontar y sus deberes que cumplir. Por tanto, llevemos esperanza para el futuro gracias a una juventud unida, impulsada por el amor a su patria. Este es el legado que dejaron nuestros hijos de 14 años. ¡Porque no murieron en vano!
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