Las últimas semanas han sido prolijas en noticias sobre la falta de vivienda asequible en Málaga y su relación con el turismo masivo. En apenas veinte días: una modificación urgente de la normativa municipal para prohibir o limitar por barrios las nuevas viviendas turísticas; una sorprendente declaración del alcalde Francisco de la Torre (PP) anunciando que estudia como “prohibirlas”; una declaración de su concejala de Urbanismo deslizando que el problema no es para tanto; tres informes (municipal, sindical y de una consultora inmobiliaria) subrayando que sí es para tanto; y múltiples declaraciones de la oposición pidiendo medidas más contundentes. El marco lo completa una nueva manifestación por el derecho a la vivienda, este sábado, después del éxito de la del pasado 29 de junio.
Esta efervescencia contrasta con la complacencia de De la Torre y su equipo durante más de un lustro de crecimiento desbocado. Málaga se ha convertido, con diferencia, en la ciudad española con más viviendas turísticas (VUT) por habitante, hasta superar las 13.000 registradas. En este tiempo, la colonización turística y su efecto sobre los precios de la vivienda ha sido el tema estrella en la conversación privada. Mientras, el ayuntamiento sacaba pecho porque Málaga está de moda: el turismo ratifica la apuesta por una imagen de marca y trae dinero (particularmente, para la hostelería y los propietarios de viviendas turísticas).
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