PAGo quien escudriñó el “muro mágico” de CNN en la madrugada del miércoles 6 de noviembre y vio a los 19 electores de Pensilvania caer en manos de Donald Trump, este momento de vértigo podría, en un principio, tomar un aire de déjà vu. Porque, en 2016, fue al ganar en estos estados desindustrializados del Rust Belt, conquistados durante mucho tiempo por los demócratas, que el candidato republicano causó finalmente sorpresa, incluso asombro, al ganar con 306 electores contra 232 de Hillary Clinton, mientras que en 2016 el candidato republicano logró sorprender, incluso asombrar, al ganar con 306 votantes contra 232 de Hillary Clinton. este último le aventajaba por casi 3 millones de votos a nivel nacional.
Sin embargo, la comparación dura poco, porque el alcance de la victoria de Trump en 2024 es completamente diferente. En primer lugar, por la magnitud y el carácter incontestable de este éxito electoral. Si bien esperábamos nuevos efectos distorsionadores debido al sufragio indirecto y las encuestas mostraban a dos candidatos cabeza a cabeza en cada uno de los estados clave, la victoria de Trump es contundente. Su éxito va mucho más allá de lo que sugerían las encuestas, en todo el país y en todos los grupos sociales. Ganó no sólo por el número de electores en el colegio electoral, sino también por 5 millones de votos en el voto popular. Por no hablar de que los republicanos recuperan el control del Senado y muy probablemente de la Cámara de Representantes.
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El triunfo de Trump es tanto más completo cuanto que su trayectoria política es la de un fantasma: derrotado en 2020 tras un año de gestión caótica de la pandemia de Covid-19, comprometido en la insurrección del Capitolio el 6 de enero de 2021, envuelto en múltiples casos judiciales, Incluyendo dos por los que en realidad fue condenado, Trump, lógicamente, debería haberse visto destituido del poder y caído en un relativo olvido. Por el contrario, incluyendo estos reveses en una historia que lo convierte en víctima de acoso judicial, contando con el apoyo inquebrantable de una base electoral galvanizada por su postura de desconfianza, no ha hecho más que reforzar su dominio sobre el Partido Republicano durante cuatro años.
Aura mística
En 2016, Donald Trump era un outsider cuyos instintos políticos se toparon inesperadamente con el sentimiento antisistema de parte del país. En 2024, está a la cabeza de un gran movimiento MAGA (Make America Great Again) que lo ve como un salvador. Desde el intento de asesinato del que escapó en julio, con una oreja ensangrentada y el puño en alto, sus seguidores tienen el aura mística de una persona resucitada.
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