Se dice que la elección de Trump, 47º presidente de los Estados Unidos, marca la derrota del wokismo. Esta es la derrota de este orden moral moralista al que el pueblo estadounidense dijo no.
Se trata de la derrota de la forma de pensar que pretendía elegir a personas que no habrían podido comprender el mundo por sí mismas.
Se trata de la derrota de los tecnócratas establecidos como élite.
Se trata de una auténtica revolución en el fondo pero también en la forma.
Pudimos ver que el determinante tradicional de las elecciones era el dinero. El sistema económico valida al candidato por el volumen de donaciones. Sin embargo, Kamala Harris gastó más de mil millones de dólares en esta elección. El “multimillonario Trump” sólo gastó cuatrocientos millones.
Peor aún, Elon Musk pudo financiar la campaña republicana. Pero es, más que el dinero, más que las redes sociales, la imagen de modernidad adjunta a Musk lo que marcó la diferencia.
La derrota de la izquierda debe abrirnos a una nueva era que hay que construir ahora.
Todo un sistema está colapsando, un sistema regulatorio intervencionista. Debe surgir un espacio real y concreto de libertad, un espacio que permita a Israel ser dueño de su destino y, más ampliamente, a las naciones ser dueñas del suyo.
Como dice Meir Ben-Hayoun, Israel no pide que se le facilite su tarea de ser luz de las naciones, pero tampoco que se le impida hacerlo.
Grandioso, sí, ver las cosas a lo grande.
© Gilles Falavigna
Gilles Falavigna publicó en 2015 con Marc Brzustowski “Daesh y Hamás, las dos caras del califato”, en Dualpha
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