¡Guau! Falta el respeto; el honor caballeroso lo es aún menos. Y no me refiero sólo al desaire en la entrega del merecido galardón a Rodrigo Hernández Cascante, conocido como Rodri, que se convirtió en el segundo jugador español en ganar el Balón de Oro, tras Luis Suárez allá por 1960, apenas hace una semana. El jugador del Manchester City, de 28 años, sólido, elegante y sereno, un ejemplo de equilibrio, triunfó sorprendentemente sobre el brasileño Vinícius, considerado favorito hasta el último momento. Esto dejó a la afición del Real Madrid en una impactante posición de fuera de juego.
Rodri llegó con muletas por una grave lesión en la rodilla, teniendo contados sus títulos con el Manchester City (Premier League, Mundial de Clubes y Supercopa de la UEFA) y con la selección española —¡Arriba España!— (Eurocopa). El centrocampista madrileño, que se formó en el Atlético de Madrid (Cholo vete ya), fue elegido entre cuatro finalistas entre los que se encontraban Vinícius, Dani Carvajal y Bellingham.
En su discurso de aceptación, además de agradecer a su pareja, Laura Iglesias, a su familia y al Manchester City, Rodri destacó que el premio es también un reconocimiento colectivo, reconociendo a muchos futbolistas españoles que lo merecieron, como Xavi Hernández, Iniesta o Iker Casillas. . “Esta es una victoria del fútbol español”, subrayó. También compartió unas sentidas palabras para Carvajal, que sufre la misma lesión que él y al que consideró merecedor del premio tanto como él mismo.
Rodri admitió que atravesó momentos difíciles en su carrera, como cuando llegó al Villarreal. “A los 17 hice las maletas para perseguir un sueño, nunca pensé que lo lograría. Un día dije basta, llamé a mi padre llorando, pensando que ya se había acabado, pero él me dijo que si habíamos llegado hasta aquí , no íbamos a tirar la toalla. Esto demuestra que un tipo normal puede alcanzar las alturas más altas”.
Rodri no es tonto, no necesita teñirse el pelo ni lucir tatuajes en piernas, brazos, trasero o zonas erógenas. Ni siquiera va a la discoteca la noche antes de un partido. En el campo, no regatea ni necesita hacerlo; No realiza acrobacias ni trucos. Con la cabeza en alto, “limpia el juego, arregla el balón y añade estilo al juego: distribuye, crea fútbol y corta al rival de forma deportiva”. Aporta pausa, compostura, fuerza y un cambio de ritmo. Consistente por dentro y por fuera, exuda sabiduría y justicia con un cañón en las piernas.
No está en las redes sociales. Mientras jugaba, estudió Administración de Empresas. Es discreto y prudente. No provoca a los jugadores ni a los aficionados, ni se porta mal con los árbitros (sin sufrir sanciones). Ha mejorado y modernizado el legado de Sócrates, Gullit, Kroos, Laudrup, Zico, Redondo, Xavi, Iniesta, Zinedine (ya los conoces), e incluso el gran Pelé (Edson Arantes do Nascimento en su fiesta bautismal).
A estas alturas del partido ya deberías entender por qué Rodri recibió el Balón de Oro y no el otro: por mérito. Valores, deportividad, clase, juego limpio, compañerismo y saber comportarse. Por si fuera poco, la ridícula reacción de Florentino, carente de deportividad, sin felicitar al ganador y sin mostrar nada parecido a un juego limpio, no ha hecho más que justificar a quienes votaron a Rodri (y dejó a los demás en una situación impactante). Algunos se marcharon con las manos vacías mientras Rodri se marchaba con el balón. No celebrar los méritos de los demás tiene sus consecuencias. Y los tendrá.
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