Treinta y cuatro escaños en el Senado de Estados Unidos –un tercio de la cámara de 100 miembros– están en juego el martes en contiendas que podrían influir en la composición de la nueva administración, impactar el equilibrio de la Corte Suprema y dar forma a las políticas en áreas que van desde de los asuntos exteriores al aborto.
Los demócratas están tratando de aferrarse a una mayoría de un escaño sabiendo que las probabilidades parecen estar en su contra dada la inminente jubilación del senador de Virginia Occidental Joe Manchin y la probabilidad de que su escaño recaiga casi con seguridad en manos de un republicano.
En otros lugares, el partido enfrenta luchas cuesta arriba, con los titulares tratando de mantener 23 escaños, a menudo en estados que se han vuelto cada vez más pro Republicanos a medida que Donald Trump ha fortalecido su control sobre el partido.
Por el contrario, sólo 11 senadores republicanos están candidatos a la reelección, todos en estados sólidamente republicanos, lo que da a los demócratas mucho menos margen para lograr avances.
Se considera ampliamente que el demócrata en ejercicio más vulnerable es el senador de Montana Jon Tester, quien, si las encuestas son precisas, enfrenta una probable derrota a manos de un rival republicano, Tim Sheehy, un ex Navy Seal respaldado por Trump.
Una victoria de Sheehy, cuya campaña ha enfrentado acusaciones de que hizo comentarios racistas sobre la comunidad indígena del estado, podría ser suficiente en sí misma para inclinar el Senado en manos republicanas, a menos que los demócratas logren derrocar a un titular republicano en otro lugar.
Pero Tester no es el único punto vulnerable del partido.
También está en riesgo Sherrod Brown, cuyo escaño en Ohio es calificado como un fracaso por el Informe Político Cook ante el desafío de Bernie Moreno, un ex comerciante de automóviles e inmigrante de Colombia que también se ha vinculado a Trump.
Se han invertido unos 500 millones de dólares en publicidad, lo que la convierte en la carrera por el Senado más cara de la historia. Brown ha tratado de enfatizar objetivos políticos compartidos con Trump –incluido el apoyo a la legislación contra el fentanilo– en un estado que alguna vez fue campo de batalla y que se espera que el candidato presidencial republicano mantenga cómodamente.
La táctica puede tener éxito, ya que encuestas recientes muestran a Brown, de 71 años, ligeramente por delante.
También son claves las carreras en los tres estados del muro azul de los demócratas: Pensilvania, Wisconsin y Michigan, cuya cercanía refleja la contienda presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump.
En Pensilvania, el actual demócrata Bob Casey –senador durante 18 años– busca un cuarto mandato frente al desafío del republicano Dave McCormick. McCormick, quien financió su propia campaña, ha tratado de vincular a Casey con las mismas políticas por las que Trump atacó a Harris, es decir, la inmigración y un apoyo anterior a la prohibición del fracking.
El Informe Político Cook ha calificado la contienda como un sorteo, al igual que la de Wisconsin entre otra demócrata en ejercicio, la senadora Tammy Baldwin, que lleva dos mandatos, y su rival republicano, Eric Hovde, un rico banquero y promotor inmobiliario que es otro autofinanciación de la campaña.
Los demócratas también están a la defensiva en Michigan, donde Elissa Slotkin, miembro de la Cámara de Representantes, se postula para ocupar el puesto que quedó vacante tras la jubilación de su colega demócrata, Debbie Stabenow. Su oponente republicano es Mike Rogers, ex miembro de la Cámara de Representantes del Partido Republicano y ex agente del FBI, que alguna vez fue crítico de Trump pero que ahora ha recibido su respaldo.
Otro punto débil demócrata es Nevada, donde la senadora en ejercicio del partido, Jacky Rosen, está en una reñida carrera con Sam Brown, un veterano del ejército condecorado que resultó gravemente herido en Afganistán. Brown ha tratado de defenderse de los ataques de Rosen a su postura sobre el aborto diciendo que no apoyaría una prohibición a nivel nacional y reconociendo que su esposa alguna vez se sometió al procedimiento.
En Arizona, Rubén Gallego, un veterano de la Infantería de Marina de Estados Unidos, está tratando de mantener un escaño en el campo demócrata tras el retiro de la senadora independiente Kyrsten Sinema, quien votó con el partido en la cámara. En su contra está Kari Lake, una aliada de Trump que afirmó sin fundamento que su fallida candidatura a la gobernación del estado en 2022 había sido descarrilada por el engaño demócrata.
Frente a ese panorama prometedor para los republicanos, los demócratas sólo tienen un pequeño número de escaños potencialmente ganables en manos del Partido Republicano para buscar sorpresas.
El principal de ellos está en Texas, donde el franco aspirante republicano a la presidencia de 2016, Ted Cruz, se enfrenta a un desafío bien financiado por parte de Colin Allred, un exprofesional del fútbol americano convertido en abogado de derechos civiles. Los demócratas esperan que Allred pueda ir un paso más allá de Beto O’Rourke, quien estuvo a punto de desbancar a Cruz en la carrera por el Senado de 2018, perdiendo por un 2,6% de los votos.
Otros terrenos de caza demócratas esperanzadores, aunque menos probables, son; Florida, donde el senador republicano Rick Scott se enfrenta a Debbie Mucarsel-Powell, ex miembro de la Cámara; y Nebraska, donde la actual republicana, Deb Fischer, está siendo desafiada por Dan Osborn, un líder sindical independiente.
Tanto en las contiendas de Texas como en Nebraska recientemente el Informe Cook degradó su fuerza pro-GOP de “probable republicano” a “republicano inclinado”.
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