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en Paiporta, ciudad mártir, barro, dolor y caos

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“Estamos destrozados”, dice con voz entrecortada Pepi Guerrero, vecina de esta localidad de 25.000 habitantes del suburbio del sur de Valencia, que es en cierto modo el epicentro de las inundaciones que asolaron el sureste de España el martes por la tarde. durante la noche, dejando al menos 158 muertos.

JOSÉ JORDANIA / AFP

Según la alcaldesa de la ciudad, Maribel Albalat, al menos 62 personas murieron en su localidad, arrastradas por las furiosas olas. Entre ellos, ancianos atrapados en una residencia de ancianos, una madre y su bebé de tres meses, así como dos agentes de policía.

Para los supervivientes, el dolor coincide con el trauma. “Acababa de salir del trabajo y cuando llegamos aquí, el agua se movía hacia mí”, dijo entre lágrimas Pepi Guerrero, una señora de la limpieza de 53 años, quien dijo que apenas tuvo tiempo de refugiarse en su habitación. .

A su alrededor, en la calle, se amontonan unos sobre otros los cadáveres de vehículos volcados. Más adelante, las vías del tren cuelgan de un puente. Dos días después de la tragedia, la ciudad todavía se siente como el fin del mundo.

“Agua hasta la cintura”

“Todo pasó en apenas media hora”, recuerda con voz temblorosa Julián Loras, que intenta, con una escoba en la mano, limpiar el barro acumulado en su calle. Este jubilado de 60 años dice que su vida se salvó gracias a su hijo David, quien le advirtió mientras paseaba a su perro.

“Si mi hijo no me llama, me pillan”, dijo, lamentando que las autoridades no hubieran emitido alertas antes. “Todos los sótanos se llenaron de agua. Mucha gente se puso nerviosa y fue a buscar sus coches. Y ahí fue donde se sorprendieron”, añade.

A pocos metros de la calle comercial que conduce al corazón histórico de la ciudad, Manuel Císcar y su hija intentan llegar a su casa.

En el interior, en el garaje, se encuentran los tres coches de la familia, apilados uno encima del otro. Las marcas marrones que dejó el agua aún son visibles en las paredes blancas, de casi dos metros de altura. Cuando el agua subió, el señor Císcar intentó instalar protección. “Pero de repente, el agua rompió la puerta y en un segundo estábamos con el agua hasta la cintura”, relata el jubilado de 76 años.

Desde el martes, este septuagenario, que ha pasado toda su vida en Paiporta, se ha enterado de la muerte de varios conocidos, entre ellos una pareja de ancianos atrapados en una de las casas bajas a la entrada de su calle. “Hoy me enteré de otras dos muertes”, confiesa con los ojos llenos de lágrimas.

“Nadie nos avisó”

En la calle peatonal, todos los comercios resultaron afectados. Las persianas están torcidas, las sillas de una clínica dental han sido arrojadas a la calle. Equipados con escobas y cubos, los vecinos intentan abrirse paso entre el barro.

De repente, suena una estridente alarma en todos los teléfonos. Se trata de una nueva alerta de Protección Civil que recuerda a no tomar la vía para no obstaculizar a los vehículos de los servicios de emergencia, como la enviada el martes al final del día a los vecinos para advertirles del peligro.

Pero en Paiporta muchos creen que el martes les llegó esta alerta demasiado tarde. “Nadie nos avisó de nada”, lamenta Joaquín Rigón, de camino a visitar a unos conocidos de los que no tiene noticias. “Cuando empezamos a recibir notificaciones el agua nos llegaba hasta aquí”, asegura señalando su cinturón.

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