“Los cultivos alternativos que hemos probado durante los últimos tres años no compensan la pérdida de ingresos”, afirma Ibrahim, un antiguo productor de sandías. Hespress. “Muchos agricultores ahora tienen que pagar las deudas que contrajeron por sus inversiones agrícolas”. Ibrahim quiere que se vuelva a permitir el cultivo de sandías, como en otras zonas desérticas. “En Zagora, donde la sequía es aún peor, el cultivo no está prohibido, pero sí restringido”, explica.
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Así lo confirma Mohammed Boulela, vicepresidente de la organización agrícola provincial de Tata. “Los agricultores que cultivaban sandías hace tres años todavía esperan una solución. Las alternativas producen muy poco. Los tomates y las hortalizas no son lo suficientemente rentables”. Boulela: “El año pasado tuvimos que vender nuestros productos por una miseria. Es impensable vender una caja de cebollas o de tomates por quince dirhams”.
Boulela quiere que se levante la prohibición. “Queremos reanudar el cultivo de sandías en condiciones estrictas. Estamos dispuestos a reducir la superficie en un 80%. Eso es mejor que la situación actual”. Según el experto, los agricultores cultivaron juntos unas 5.000 hectáreas de sandías, una media de 15 hectáreas por agricultor. Está intentando convencer a la prefectura de que revoque la decisión de 2021 que declaró la región “zona de sequía”.
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Según las autoridades, las últimas lluvias no han repuesto el nivel freático. Boulela lo niega: “Algunos pozos y fuentes acaban de ser llenados de nuevo”. Destaca que la región lleva tres años en crisis económica. “Sólo el cultivo de sandías puede devolver la prosperidad”. Sin embargo, la prefectura se mantiene firme. Las organizaciones de derechos humanos apoyan a la prefectura. Argumentan que el cultivo de sandías amenaza la estabilidad del oasis y agota los escasos recursos hídricos.
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