Los eventos positivos atraen sentimientos positivos. Real Madrid y Barcelona llegan tras una semana espectacular y prometen un clásico intenso. La tensión en el palco de directores también será palpable, ya que los dos clubes siguen mirándose con su histórica desconfianza. La intriga social añade al espectáculo, mientras que la afición por la exageración que caracteriza al fútbol prepara el terreno para partidos como el de este sábado, que parece decisivo a pesar de que aún queda un largo camino por recorrer en la liga. Estamos presenciando el fin del mundo, como cada año.
El Madrid encontró nuevamente refugio en su juego característico contra el Dortmund: “la remontada”, un evento que ahora han patentado a través de la repetición. Fue un partido donde parecía imposible jugar peor hasta que un gol encendió un momento en el que jugar mejor parecía imposible. Nadie gana un partido solo por suerte, por lo que debemos acudir a razones formales. La primera es esa competitividad impaciente y feroz que convierte al equipo en un bulldozer.
Luego está el talento, esta vez perfectamente personificado por Vinicius, el jugador que nunca mira de reojo. No lo hizo cuando fallaba el objetivo, y no lo hace ahora, actuando como el mejor jugador del mundo al lado del mejor jugador del mundo. Esto habla de una personalidad extraordinaria. Muchos jugadores se achican ante la proximidad de una estrella, mientras que otros, como Vinicius, se elevan a la ocasión. Podría ser porque siente el desafío ante la presencia de un competidor. Pero eso no aplica al brasileño. En pocas palabras, no mira de reojo. Sus rivales en la carrera por el Balón de Oro, cerca o lejos, son desalentados con indiferencia mientras asciende a alturas cada vez mayores cada temporada. En esta ocasión, “la remontada” fue, en gran medida, obra suya.
Esta noche Ancelotti llenará el mediocampo de fuerza y soñará con encender el orgullo de Mbappé. Los grandes nunca se cruzan de brazos ante un desafío.
En cuanto al Barça, se enfrentaron al Bayern Múnich, el doloroso referente de los últimos años. En un ejercicio espectacular de inversión, superaron la prueba, dejando atrás un aura de euforia que reforzará su confianza. Llegan al Bernabéu como una amenaza. Este es un equipo que juega a toda máquina sin que aparentemente les cueste. Recuerda la frase de Truman Capote: “la concentración extrema no conoce el esfuerzo.” Aplicada a Raphinha, la frase no podría ser más precisa.
Flick encontró la fórmula para un buen rendimiento en tiempo récord, pero tiene el mérito adicional de abrir las puertas de par en par a la cantera. Esto es otra prueba de que el hombre más importante en una cantera es el entrenador del primer equipo. La evolución no sucede de la noche a la mañana, pero en este punto, parece claro que los jugadores nutridos en La Masia poseen una información genética que los identifica y les otorga una personalidad futbolística única una vez que llegan al primer equipo. Hay jugadores, como Casadó, a quienes parecía arriesgado darle las riendas del equipo, y ahora, parece más peligroso quitárselas. Rara vez la frase “hacer virtud de la necesidad” ha tenido tanto sentido y ha tenido tal efecto. El Barça está jugando un gran fútbol, pero Flick no es de los que se detenienen. El equipo busca constantemente la portería contraria con aceleraciones implacables. Otra característica es su presión sofocante y línea defensiva alta, dejando grandes espacios detrás de ellos. ¿Será esto efectivo contra Vinicius y Mbappé?
Esta es una de las muchas preguntas que el clásico, ese evento “definitivo” que llega a mitad de temporada, tendrá que responder.
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