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¿Qué son los microARN, este descubrimiento de los dos investigadores premiados?

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El Premio Nobel de Medicina fue entregado este lunes 7 de octubre a Victor Ambros y Gary Ruvkun. Los biólogos estadounidenses fueron condecorados por el descubrimiento del microARN.

Los biólogos Victor Ambros y Gary Ruvkun recibieron el Premio Nobel de Medicina el lunes 7 de octubre. Una distinción prestigiosa que subraya la importancia de su descubrimiento “del microARN y su papel en la regulación postranscripcional de los genes”, un tema, por decir lo menos, difícil para el gran público.

¿De qué estamos hablando? El ARN (ácido ribonucleico) está presente en todas nuestras células. Nuestro cuerpo lo sintetiza a partir de genes reunidos en nuestro ADN. Desempeñan el papel de intermediario entre nuestros genes y la producción de proteínas que hacen funcionar nuestro organismo, por lo que hablamos de ARN mensajero.

Los microARN son fragmentos del llamado ARN “no codificante”: no se traducen en proteínas. Pero eso no significa que no desempeñen un papel. El descubrimiento de los microARN en la década de 1990 por Victor Ambros y Gary Ruvkun demostró que nuestro genoma no era una simple línea recta entre el ADN, el ARN y luego las proteínas.

¿Cómo funcionan los microARN?

“El descubrimiento de los microARN ha aportado un nivel adicional de complejidad al revelar que regiones que se pensaba que no eran codificantes desempeñan un papel en la regulación genética”, explica Benoît Ballester, investigador del Inserm y especialista en genoma no codificante.

Estos microARN interfieren en el funcionamiento del ARN mensajero: “Es como un velcro que se adhiere a él e impide que se traduzca en proteínas”, afirma Benoît Ballester.

Consecuencia: ciertos genes se expresan poco o nada -se inhiben-, y otros de forma más marcada -se intensifican-.

Sin embargo, no debemos imaginar los microARN como una forma de parásitos internos que estropearían el buen funcionamiento de nuestro genoma. Forman “una parte integral de la regulación de nuestro genoma, es tan importante como la traducción clásica de un gen en proteína”, subraya el especialista en genoma no codificante.

¿Por qué es esto tan interesante?

El descubrimiento en 1993 del primer microARN por Victor Ambros no fue inmediatamente aclamado como un gran avance.

El investigador era especialista en la biología de ciertos gusanos, y fue en uno de ellos (un gusano redondo de un milímetro, llamado C. elegans) que identificó la existencia de microARN.

“Nadie realmente prestó atención”, admite a la AFP Eric Miska, genetista de la Universidad de Cambridge, admitiendo que fueron necesarios años para ver algo más que “algo extraño sobre los gusanos”.

Fue en el año 2000 cuando Gary Ruvkun identificó la existencia de mecanismos similares en humanos, abriendo el camino a un área completamente nueva de la genómica.

“Este minúsculo trozo de ARN, tan importante para el desarrollo de este pequeño gusano, también lo tenemos nosotros, tú y yo”, subraya Eric Miska. “E incluso juega un papel esencial, ya que previene la aparición de tumores”.

“Nada que se acerque a una aplicación real”

Si el conocimiento de los microARN ya nos permite comprender mucho mejor nuestro genoma, queda por ver si pueden servir como palanca de acción para curar enfermedades. Desde hace varios años, varias empresas de biotecnología apuestan por esta vía.

Se trata de un sector particularmente prometedor contra el cáncer, con la idea de establecer tratamientos muy específicos. Esta investigación es parte de un contexto más amplio donde entendemos cada vez mejor cómo los tumores pueden desarrollarse de manera diferente a nivel molecular de un paciente a otro.

Sin embargo, contra el cáncer u otras patologías todavía no hay “nada que no se acerque a una aplicación real”, afirmó a la prensa Gunilla Karlsson Hedestam, profesora del Instituto Karolinska, durante el anuncio del Premio Nobel en Estocolmo. De hecho, los microARN son un objetivo complejo de gestionar debido a su inestabilidad.

Pero, sin necesariamente convertirlos en la base de un fármaco, muchos investigadores esperan utilizarlos primero como un “biomarcador”, es decir, una herramienta de diagnóstico que permitiría, por ejemplo, identificar qué tipo de cáncer padece el paciente. confrontado.

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