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En Beirut, el futuro incierto tras la muerte de Hassan Nasrallah

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Conmoción en Beirut ante el anuncio de la muerte, el sábado 28 de septiembre, de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah desde 1992. En el barrio multirreligioso de Hamra, las mujeres lloran y los gritos se escapan de los apartamentos. En las calles se oyen disparos. Las balas se disparan hacia el cielo en homenaje al hombre considerado el más poderoso del país.

Wissam vive en el barrio de Dahieh (suburbios del sur de Beirut), donde fue asesinado Hassan Nasrallah. “Estaba venciendo a Israel. La gente está sufriendo, infeliz. El futuro está destruido, porque para unos pocos este hombre era como un semidiós”, subraya en RTL. Para él “fue el salvador de la comunidad chiíta en el Líbano.

La onda expansiva se extiende por la ciudad y el país. Como todos los demás, Roni escanea la información en su teléfono. “No podemos creer su muerte. La guerra se desarrolla en cuatro o cinco días, es demasiado rápido”, considera.

“Como un terremoto”

Más que nunca, la muerte de Hassan Nasrallah hace que el futuro en el Líbano sea más confuso. Israel continúa bombardeando tras matar al líder de Hezbolá. Las bombas alcanzaron especialmente el sur del país, la Bekaa y también este mismo suburbio del sur de Beirut. “Bombardearon a muchos civiles, casas de civiles, calles donde había civiles”, lamenta un residente de Dahieh, que se encuentra prófugo.

Mientras todavía se elevan columnas de humo del barrio, un farmacéutico de Dahieh relata la aterradora huelga del viernes por la noche. “Realmente se sintió como un terremoto. La farmacia tembló y tembló y escuchamos las explosiones”.

En el distrito sur de la capital ya no hay lugar seguro. Los edificios se transforman en montañas de escombros a medida que el costo humano aún es incierto. Aquí, los residentes quieren escapar de las bombas incluso si tienen que dormir en la calle (cientos de miles de civiles han huido de sus hogares desde el viernes, según el jefe de la unidad de crisis del gobierno libanés).

El sábado por la mañana, en la Corniche de Beirut, Raya deambula sentada sobre una alfombra colocada en la acera. “Hubo muchas bombas, huelgas”ella dice. Su marido está “enfermo”. En su fuga, no pudieron llevarse “todas sus medicinas”. Como muchos, no tiene adónde ir. Majid tiene dificultades para recuperarse de esta noche de pánico. “La noche fue muy dura. Hoy hace un día miserable en la cornisa. ¿Qué vamos a hacer? No sé.”

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