Lobos, no pájaros.

Lobos, no pájaros.
Lobos, no pájaros.
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romaníesGénova es una novela: el último juego de totti con el último balón pateado en la espalda de Laxalt que llevaba el número 93, el año en el que debutó Francesco, como para lanzar el último balón a los años, a su historia, a la época.
En aquel partido Roma-Génova marcó De Rossi que ganó su último partido como entrenador ante el Génova -fue el 19 de mayo de 2024- y que entrenó con el Génova por última vez, dejando a la Roma -sin saberlo- por delante para siempre. En Génova, pero con la Sampdoria, había marcado su último gol con la Roma y ni siquiera sabía que sería el último.

Quizás no sabía hasta qué punto Gianluca se convertiría en un fanático de la Roma. Mancini Cuando jugó por primera vez contra el Génova con la camiseta que ahora lleva como debe llevarse, ni siquiera sabemos cuántos goles marcará Artem. Dovbyk que marcó su primer gol en Génova, mientras que sabemos que Amedeo Amadei la primera vez que fue a ver a la Roma en Testaccio vio el Roma-Génova, llegando desde Frascati en la bicicleta con la que traía pan. Nuestro pan de cada día lo dio la Divina precisamente con Génova, pero siempre fue Marassi, sin embargo aquí y allá, primero o último de muchas historias dentro de una historia, este partido siempre contó mejor que otros lo que es Roma.

Tal vez el júbilo casi arrancando el pecho y la camisa de (otra vez) De Rossi Después del 3-2 ante el Génova de penalti, corriendo y gritando “Daje Roma Daje”, el grito de batalla del mitológico Dante de la muralla, citado hace una semana por Ranieri en la conferencia (niza) es uno de los más claros y queridos. Imágenes de lo que somos.
Pero el Roma-Génova es una novela que tal vez sea mejor no leer, hoy vale tres puntos que, por la dignidad, por ascender en la clasificación, por la moral, por las más de 61.000 personas en el estadio, por todos los aficionados de la Roma que no están ahí, valen 100 como los juegos que Paulo juega hoy con nosotros Dybala.

El artista que llevamos tres temporadas en el equipo dando tanto, clase, la ventaja más dolorosa de nuestra historia, perlas, arte, toques, goles, asistencias, pero sobre todo cariño, como aquel balón tirado al campo en el derbi. . No creo que haya amado a un jugador tanto como en ese momento. Un campeón del mundo, con los pies que se iluminan como Caravaggio, un rostro infantil, que se comporta como un chico “Svejo” de San Lorenzo en un partido en la acera de un domingo por la mañana con contraventanas como puertas.
Toma, juega así, gana, con una, dos, tres bolas, ciertamente con dos bolas. Perdón por la semántica, pero es punto. Génova también tiene como símbolo al Grifo: somos Lobos, dejemos los pájaros a otros.

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