La nueva plaza del pueblo
Meta no renuncia por completo a la responsabilidad de lo que aparece en sus plataformas. Seguirá eliminando publicaciones con actividades ilegales, discursos de odio y pornografía, por ejemplo.
Pero al igual que otras plataformas, está abandonando el espacio político para mantener su cuota de mercado. Elon Musk compró Twitter (que ahora se llama X) con la promesa de libertad de expresión sin restricciones. También invitó a los usuarios prohibidos por mal comportamiento. Y reemplazó los equipos de moderación de contenido con “notas comunitarias” de colaboración colectiva debajo del contenido en disputa. YouTube hizo un cambio similar el año pasado. Ahora Meta también está adoptando el modelo.
Numerosos estudios han demostrado la proliferación de contenido odioso y tendencioso en X. Las publicaciones antisemitas, racistas y misóginas aumentaron drásticamente después de la toma de posesión de Musk, al igual que la desinformación sobre el cambio climático. Los usuarios pasaron más tiempo dando me gusta y volviendo a publicar artículos de gobiernos autoritarios y grupos terroristas, incluidos el Estado Islámico y Hamás. El propio Musk vende regularmente ideas conspirativas sobre cuestiones políticas como la migración y el género a sus 211 millones de seguidores.
Permitir que los usuarios opinen sobre la validez de una publicación (por ejemplo, una que afirme que las vacunas causan autismo o que nadie resultó herido en el ataque del 6 de enero) es prometedor, dicen los investigadores. Hoy en día, cuando suficientes personas hablan sobre X, aparece una nota debajo del material impugnado. Pero ese proceso lleva tiempo y es susceptible de manipulación. Para entonces, es posible que la mentira se haya vuelto viral y el daño ya esté hecho.
Quizás la gente todavía anhele algo más confiable. Ésa es la promesa de empresas emergentes como Bluesky. Lo que pasó en X podría ser una advertencia. Los usuarios y, lo que es más importante, los anunciantes han huido.
