La ciudad de Yida, situada en la costa oeste de Arabia Saudí, trae algunos de los peores recuerdos de la carrera de Ernesto Valverde en los banquillos. Hace cinco años se puso en marcha el nuevo formato de la Supercopa de España. Fue un invento que nació de la mente conjunta de Luis Rubiales y Gerard Piqué. Cuatro equipos, dos jornadas y una sede fuera de España a cambio de una lluvia de millones para los clubes. Demasiado jugoso para rechazarlo. Aquella edición inicial se celebró íntegramente en la Ciudad Deportiva Rey Abdullah, situada al norte de Jeddah, al borde del desierto de Arabia. Y precisamente ahí acabó de mala manera el periplo del Txingurri en el banquillo azulgrana.
Fueron los días más difíciles para Valverde, que mañana vuelve a escena para enfrentarse casualmente al Barça al frente del Athletic en la primera semifinal de la Supercopa. Hace cinco años, como técnico blaugrana, perdió ante el Atlético de Madrid también en semifinales. Fue un encuentro al que no le faltó de nada. En los albores del VAR, la actuación arbitral de José Luis González González fue de lo más polémica, anulando dos goles a los blaugrana por acciones limítrofes y no señalando hasta tres penaltis que parecían claros, dos para el Barça y uno para el Atlético. Un partido tan apasionante como caótico, en el que el equipo de Valverde perdió la cabeza en el tramo final y se permitió remontar, regresando a Barcelona con la cabeza gacha.
Elegante, el Txingurri nunca ha hablado en público de lo que sufrió aquellos días previos a su despido
Ese resultado acabó con la paciencia de Josep Maria Bartomeu, entonces presidente, y su dirección deportiva. Valverde había llevado al Barça a ganar las dos últimas Ligas, y en aquel momento tenía a su equipo también liderando la clasificación y clasificándose para los octavos de final de la Liga de Campeones. Pero las dos inexplicables humillaciones europeas sufridas en Roma y Liverpool habían reducido su crédito a cero. Ya en el avión de regreso de Arabia Saudí, los rostros de la expedición hablaban por sí solos, y Valverde empezó a temer lo peor. Desde fuera, el club transmitía confianza en él, pero dentro de las cuatro paredes del Arístides Maillol todos sabían que la búsqueda de un sustituto había comenzado.
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Pedro Ruíz
Todo acabó estallando cuando horas después de regresar a Barcelona se filtró una reunión en Doha, foto incluida, de Óscar Grau (director general) y Eric Abidal (director deportivo) con Xavi Hernández, que entonces entrenaba al Al Sadd qatarí . La versión oficial fue que se trataba de una reunión ya prevista. La realidad fue que el terrassa recibió su primera oferta para sentarse en el banquillo blaugrana, oferta que rechazó alegando falta de experiencia y su cercanía a los pesos pesados que aún dominaban aquel vestuario (Messi, Busquets, Suárez, Piqué… ). Aquella foto dolió mucho a Valverde y confirmó sus peores temores, aunque durante unas horas más el club intentó demostrar que confiaba en él.
Una foto de Abidal y Óscar Grau junto a Xavi confirmó al técnico que estaba sentenciado
La realidad era muy diferente. Las quinielas sobre su reemplazante comenzaron a copar todos los medios. Xavi, Pochettino, Setién, García-Pimienta… Además, en el entorno comenzaron a intensificarse las críticas sobre el trabajo del técnico. ¿Y si el Barça no jugara bien? ¿Y si Valverde no fuera un buen entrenador? Y que los resultados (y los títulos) le avalaron. El Txingurri siempre ha sospechado que todo eso venía del propio club para justificar su despido, pero, elegantemente, nunca ha querido salir en público a criticar al Barça en estos cinco años.
El regreso a Yida, escenario de los acontecimientos, incluido el enfrentamiento contra el Barça, desentierra todos esos recuerdos para un Valverde que aparentemente sigue tomándose todo con calma. Eso sí, con las garras afiladas y la ambición de llegar intacta a la final.
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