Sobre la larga mesa de madera reservada para consultar las riquezas de la biblioteca de la Hermandad de los Capuchinos situada en el barrio parisino de Montparnasse, el archivero interno nos colocó dos cajas de color gris oscuro y un antiguo álbum de fotografías. Este tesoro conmemorativo reúne la vida poco conocida del Abbé Pierre cuando aún no era el combatiente de la resistencia honrado por el general de Gaulle, ni el fundador de Emaús, ni el depredador sexual hoy acusado de haber atacado a veinticuatro mujeres, entre ellas al menos tres menores.
No, nada de eso en estos recuadros que más bien relatan su existencia anterior, la del joven Henri Grouès, que se convirtió en hermano Philippe a los 19 años, después de tomar el hábito capuchino, el 21 de noviembre de 1931, en el noviciado de Notre-Dame. -de-Bon-Secours, en Saint-Étienne. Permaneció allí durante un año, luego continuó su viaje eclesiástico en el convento de Crest (Drôme), hasta la primavera de 1939. Fue entonces cuando pidió abandonar la orden, poco después de su ordenación sacerdotal.
No, en realidad no hay nada del futuro apóstol de los pobres en estos archivos, pero sí secretos ya pesados, no revelados hasta ahora. A lo largo de la correspondencia del futuro sacerdote emerge el retrato de un hombre atormentado por la carne desde su más tierna infancia. Y estos impulsos apremiantes y desordenados nunca parecen haber sido canalizados.
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Impulsados por una profunda preocupación por la transparencia, los Capuchinos aceptaron la petición de mundo venir a consultar la correspondencia monástica del hermano Philippe. Los investigadores ya habían tenido acceso a él, pero ningún periodista había querido profundizar en ello, querían aclarar.
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