Estos Rangers no habían sido vistos por un tiempo. Beligerante, pero también bueno con el balón. Rápido, amenazante, lo suficientemente sólido atrás incluso después de sufrir la enorme pérdida de su mejor defensor, John Souttar, después de poco más de media hora.
Y este Ibrox también era una fuerza. Ruidoso, delirantemente feliz, atronadoramente enojado: un inquietante muro de ruido.
Mientras tanto, Postecoglou saludaba, aleteaba y se giraba furioso cuando uno de sus jugadores (muchos de sus jugadores) retrocedía.
Lo que tenía era una caballería a la que recurrir. Kuluseveski cambió las reglas del juego. Dominic Solanke también tuvo una gran presencia en el trabajo de salvamento. Ambos participaron en el empate y Kulusevski marcó.
Postecoglou apenas se movió. Quizás su corazón estaba cantando. Quizás no.
Fue frenético y conflictivo en los 15 minutos que siguieron. Solanke estuvo cerca, pero Tavernier tuvo un gran momento defensivo para negarlo.
La oportunidad de Dessers fue esa. Ese era el momento, o podría haber sido.
Forster los sacó de la cárcel, pero el juicio de Postecoglou continúa. Una victoria de cada ocho es un caso incómodo para la defensa.
Para el Rangers, el fin de semana se disputará la final de la Copa de la Liga contra el viejo y despedido equipo de Postecoglou.
Hace unas semanas, esa final parecía una especie de formalidad para el Celtic. ¿Ahora? Si los Rangers pueden aprovechar lo mejor de esto, seguramente tendrán algo que decir.
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