VHe aquí una declaración escalofriante: la de Mark Rutte, el Secretario General de la OTAN. Este jueves pintó un panorama escalofriante de la situación. Una pintura que prohíbe cualquier ingenuidad. “Es hora de cambiar a una mentalidad de tiempos de guerra”, dijo; pidiendo a los Estados miembros que se movilicen para “evitar la próxima gran guerra” en suelo de la Alianza. Es categórico: “El peligro se acerca a nosotros a gran velocidad. »Y el primer peligro es la amenaza rusa.
Esta advertencia resuena aún más porque llega en el mismo momento en que Ucrania está en la cuerda floja. En febrero, si aún resiste, se habrán cumplido tres años de resistencia al ogro ruso. A falta de la victoria, cambió de opinión y optó por la estrategia de la carne de cañón, convencido de que los números acabarán marcando la diferencia. A pesar de este abyecto método de “picar carne”, los hechos le dan la razón: Moscú se está hundiendo en las defensas ucranianas. Y aunque las pérdidas son colosales en ambos lados, Kiev hoy parece sin aliento, exhausta, magullada, sangrando y potencialmente escasa de municiones y combatientes.
Podemos lamentar esta visión militarista, pero es innegable que están despertando deseos imperialistas.
Es a la luz de esta violencia que debemos entender el llamado a la lucidez del jefe de la OTAN. Y esto requiere que miremos más allá de Ucrania. Porque si el Kremlin tuvo que abandonar Siria para no dispersar sus fuerzas, en otros lugares las líneas también se están moviendo. China sigue desarrollando sus capacidades, Irán sueña con una bomba nuclear, Corea del Norte aumenta sus provocaciones…
Ante esta peligrosa tectónica, Mark Rutte sólo ve una solución: invertir más en la industria de defensa. Podemos lamentar esta visión militarista, pero es innegable que están despertando inclinaciones imperialistas. En este sentido, sí, Europa y sus democracias son un punto de inflexión. Sin embargo, estos son frágiles. ¿Cómo no preocuparnos tras la cancelación de las elecciones presidenciales en Rumanía por sospechas de injerencia rusa? ¿Cómo no preocuparnos también por la situación en Georgia, donde aumentan las manifestaciones contra el gobierno, acusado de deriva autoritaria prorrusa? Un comienzo es tanto más necesario porque si Donald Trump se retira de la OTAN y cierra el paraguas estadounidense, los países de la Alianza se encontrarán solos. Y no es la lluvia lo que debemos temer. Este debate merece celebrarse.
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