Veinticuatro horas después de la partida de Bashar Al-Assad, Damasco amaneció pacíficamente el lunes 9 de septiembre. Un contraste con el caos y los conciertos de ráfagas de armas automáticas que acompañaron la celebración de la caída del antiguo régimen el día anterior. En los cuatro rincones de la ciudad, los soldados rebeldes tomaron posiciones alrededor de los edificios administrativos y gubernamentales. “Protegemos las propiedades del Estado sirio”asegura un funcionario estacionado frente a la sede de la administración general de inmigración y pasaportes en la avenida Ibn Asakir, incendiada la noche del 7 al 8 de diciembre.
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En su uniforme, una única insignia indica su pertenencia a la dirección general de seguridad de Hayat Tahrir Al-Cham (HTC, el grupo armado islamista que originó la ofensiva insurreccional). “No somos responsables de lo que pasó aquí”insiste, frente al edificio ennegrecido por el fuego y algunos cadáveres de vehículos de los que sólo queda el chasis. Afirma no saber quién atacó el local, al tiempo que insinúa que los responsables del antiguo régimen podrían haber querido destruir documentos o cualquier tipo de prueba que pudiera perjudicarles.
Más lejos, en los suburbios del norte de la capital siria, otros combatientes han tomado la comisaría de policía de Al-Tall. Dejaron un retrato del dictador caído, “Ibn Al-Khara” (“hijo de mierda”), como lo llaman, al otro lado de la calle. Por encima de ellos pasan coches y ciclomotores. Algunos de los rebeldes fueron asignados al tráfico, que se reanudó con normalidad y Damasco volvió a sus tradicionales atascos. Entre pasajeros y conductores intercambiamos sonrisas y saludos. Los cigarrillos, un bien escaso en la ciudad, se intercambian de fila en fila a través de las ventanillas abiertas de los vehículos.
Controles de identidad
Han reaparecido coches matriculados en Idlib o Alepo, que habían desaparecido de las principales calles damascenas. El simple hecho de estar registrado en una región rebelde o sensible motivó su detención sin más hasta hace dos días. Señal de una progresiva toma de la capital y sus alrededores por parte de los islamistas de Hayat Tahrir Al-Cham, los hombres del grupo armado controlan identidades y registran vehículos por la noche, mientras que se ha decretado un toque de queda a partir de las 16.00 horas, aunque se respeta poco hasta la tarde en las arterias principales.
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