Cinco años después de sus revelaciones, que abrieron el camino al Meetoo del cine francés, Adèle Haenel encontró este lunes ante el tribunal a Christophe Ruggia, a quien acusa de agresión sexual. El director, que niega los hechos, es juzgado ante el tribunal penal de París.
Este es el archivo emblemático del cine Metoo. Cinco años después de las revelaciones de Adèle Haenel acusando a Christophe Ruggia de agresión sexual cuando tenía entre 12 y 14 años, la directora se encuentra este lunes en el banquillo del Tribunal Penal de París. Está siendo juzgado por agresión sexual a una menor de 15 años por parte de una autoridad, por hechos que se remontan a más de 20 años.
Luego, la actriz interpretó el papel principal en la película de Christophe Ruggia, los demoniosen 2001. Fue después del rodaje cuando comenzaron las agresiones que denuncia Adèle Haenel en casa del director, donde acudía todos los sábados por la tarde.
Ella tenía entonces sólo 12 años y Christophe Ruggia ya tenía 36. “Aprovechó una excusa para venir a mi lado”, dice la actriz. “Allí empezó a acariciar mis muslos mientras subía hacia mi sexo. Sentí que estaba. salvándome el pellejo al dejar este apartamento”, confiesa.
En aquel momento, Adèle Haenel se sintió “absolutamente en deuda” con el director que la había filmado por primera vez. “Me dijo que él me había creado (…) Me hizo dependiente”. Hasta el día en que la adolescente inicia una relación con un chico de su edad y corta relación con el director.
Christophe Ruggia, por su parte, niega cualquier agresión. Durante sus interrogatorios, mencionó un “lado fusional” con la jovencísima actriz.
Los profesionales del cine movilizados contra la violencia sexista y sexual esperan mucho de este público. La actriz Luana Duchemin apoyará ante los tribunales a quien hizo bailar el vals al cine para denunciar “su crueldad”, “su sistema de silencio y complicidad”.
“Es imposible no ir a apoyarla. Ella empujó algo extremadamente fuerte”, asegura.
“La vergüenza cambia de bando”
Junto con Jenna Thiam, son miembros de la asociación “Acteur.ices”. Muchos colectivos como el suyo se han creado en los últimos cinco años, cuando Adèle Haenel abrió el camino. Desde entonces, en algunos decorados las cosas han ido mejor, con nuevas medidas: paradas de rodaje más fáciles, formación, supervisores para las escenas de sexo… Pero la introspección es lenta y los comportamientos peligrosos siguen estando permitidos. “Los avances son todavía relativamente tímidos, incluso en lo que se refiere a las cosas puestas en marcha”, “Hace poco viví un rodaje un poco más complicado”, indican las dos mujeres.
Con este proceso, Caroline Rogard, de la unidad de escucha de cine y cultura, espera que el silencio vuelva a resquebrajarse, como después del caso Depardieu o de la condena de Nicolas Bedos.
“Tan pronto como hay una condena, hay un aumento en las apelaciones. Estos casos permitieron que el riesgo reputacional cambiara de bando. Los actores ya no pueden filmar porque han sido implicados, pero aún no condenados. La vergüenza cambia de bando”, afirma.
Todos esperan que haya una condena que dé valor a las víctimas, como Adèle Haenel, que dudó mucho antes de presentar una denuncia.
Guillaume Descours con Marion Dubreuil