Cinco años después de las revelaciones que abrieron el camino al #Metoo francés y sacudieron el mundo del cine, Adèle Haenel se enfrentará al director Christophe Ruggia en los tribunales, donde será juzgado el lunes y el martes por agresión sexual a un menor.
Christophe Ruggia (59 años), que impugna las acusaciones, y Adèle Haenel (35 años), parte civil en el proceso, estarán presentes en el tribunal penal de París en la apertura de la audiencia a primera hora de la tarde, indicó sus respectivos abogados.
Las asociaciones feministas han convocado una manifestación al aire libre para el mediodía.
La Justicia se hizo cargo de este asunto en 2019, tras una investigación de Mediapart sobre los hechos denunciados por la actriz que desde entonces se retiró del cine.
Adèle Haenel tenía 11 años durante el casting de la película “Les Diables” de Christophe Ruggia y 12 durante el rodaje en el verano de 2001.
El largometraje, del que se proyectarán fragmentos durante el juicio, narra la perpetua fuga de un hermano y una hermana autistas abandonados al nacer. Una historia que se vuelve incestuosa, con varias escenas de sexo entre los niños y primeros planos del cuerpo desnudo de Adèle Haenel.
La actriz contó a los investigadores estas secuencias que la habían hecho “muy incómoda”, otras “violentas”, como aquella en la que tuvo que bailar delante de una prisión entre gritos de “¡desnuda!”. reclusos reales. Y la “burbuja” en la que el director la había “aislado” poco a poco en el plató, pidiéndole a su familia que no viniera para no distraerla.
Varios profesionales describieron su “incomodidad” con las condiciones laborales impuestas a los niños y, en particular, con el comportamiento de Christophe Ruggia en el set. “Invasiva”, “desplazada”, “su mano en el muslo” de la joven actriz, “cosas en el cuello”, ella “se sienta de rodillas”.
“No está bien, parece pareja, no es normal”, se dijo una guionista.
– “Venganza” –
Después del rodaje, entre 2001 y 2004, la adolescente acudía “todos los sábados” por la tarde o casi al hombre que le decía que él la había “creado”.
Las agresiones que ella denuncia siempre se produjeron de la misma manera: él se sentó en un sillón, ella en el sofá y “muy rápidamente” él encontró un pretexto para acercarse. Comienza acariciando sus muslos, sube “como si nada”, luego le toca el sexo o el pecho. “Respiraba con dificultad” y “besaba mi cuello”, describe. Y si ella se resistía, “él reaccionaba en shock y con ese aire de ‘no, pero ¿qué vas a creer?’, mientras tenía su mano en mis bragas”.
Durante la investigación, Christophe Ruggia lo negará todo. Los ataques, las declaraciones de amor, el control. Hablará de la “sensualidad” de la actriz de 12 años durante el rodaje. Las “poses” que Adèle Haenel adoptó en su sofá, sus movimientos de “lengua”, “dignos de una película porno”, que le incomodaban o incluso le “asqueaban”.
Luchó por explicar lo que estaban haciendo durante varias horas, todos esos sábados por la tarde. Recordará que le dio “un refrigerio” antes de llevarla de regreso con sus padres. Y atribuirá las acusaciones a “venganza”, porque finalmente no le habría hecho volver a trabajar.
Adèle Haenel dijo que decidió hablar públicamente cuando supo que Christophe Ruggia estaba preparando una nueva película con adolescentes.
Pero ella ya había contado o mencionado estos ataques años antes a quienes la rodeaban personal y profesionalmente, quienes atestiguaban su malestar y sus ataques de ansiedad.
Ella, que dejó su huella en el público con “El nacimiento de los pulpos”, “120 pulsaciones por minuto” y especialmente en “Retrato de la joven en llamas”, ganó dos premios César, a la mejor actriz por “Los combatientes” y a la papel secundario, en “Suzanne”.
Desde entonces se retiró oficialmente del cine, poniendo fin a una carrera que dio un vuelco la noche de los Césares de 2020, cuando abandonó la ceremonia con fuerza para denunciar la coronación de Roman Polanski, acusado de agresión sexual y violación por parte de varias mujeres.
Christophe Ruggia, juzgado por agresión sexual agravada por la minoría de edad de la víctima y su posición de autoridad, se enfrenta a hasta 10 años de prisión y una multa de 150.000 euros.