El 15 de marzo de 2011, unas pocas decenas de manifestantes irrumpieron en el zoco Hamidiyéh de Damasco, coreando consignas hostiles al régimen vigente. En estas callejuelas por las que flotan desde hace tiempo los retratos de la trinidad Assad: Hafez, el padre, murió en 2000, Bassel, el hijo prometido para sucederle, murió en 1994 en un accidente de coche en la carretera hacia el aeropuerto de la capital siria. y Bashar, su hermano que llegó a la presidencia, una revolución acaba de comenzar. Llegó a su fin trece años después, cuando estos últimos tomaron por última vez este mismo camino, la noche del 7 al 8 de diciembre, para huir del avance deslumbrante de los rebeldes que habían comenzado menos de diez días antes en el norte del país. .
En 2011, esta revolución emergente tomó por sorpresa a las potencias, que consideraban que la dinastía vigente en Siria tenía más activos para resistir la ola de la “Primavera Árabe” que los potentados que esta última ya había vencido: el tunecino Zine El-Abidine. Ben Ali, en enero, y el egipcio Hosni Mubarak, el mes siguiente.
Después de todo, Bashar Al-Assad sólo ha sido presidente durante “sólo” una década. Con sólo 45 años, se le considera todavía capaz de medir la ira que se expresa en toda una región. Contra las “securitocracias” que se han acomodado allí, según la fórmula del politólogo sirio Basma Kodmani. Contra la captura en beneficio exclusivo de los recursos nacionales que representa, en Damasco, la inquietante opulencia del primo del presidente, Rami Makhlouf.
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Un mes antes, en febrero de 2011, la revista Moda dedicó la portada de su edición inglesa a “la rosa del desierto”Asma Al-Assad, la esposa del señor de Damasco. “Dos amantes en París”, había encabezado, por su parte, en diciembre de 2010, partido de paris, durante una visita a la capital francesa del dictador y su esposa. En 2008, por invitación de Nicolas Sarkozy, Bashar Al-Assad tuvo el honor de asistir al desfile del 14 de julio en la tribuna presidencial, al margen de una cumbre para el Mediterráneo.
Fue una rehabilitación espectacular, apenas tres años después de la acusación, incluso por parte de Francia, de complicidad de Damasco en el asesinato del Primer Ministro libanés Rafic Hariri, en Beirut, en febrero de 2005. Este asesinato había sido el preludio de la lamentable partida de Siria tropas del país de Cedar, que había estado bajo estricto control desde el final de la guerra civil libanesa en 1990.
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