Vaquí, lo que tal vez enfríe el ardor de las personalidades a las que se dirigirá en las próximas horas para ofrecerles la silla, ahora vacante, de Michel Barnier. Porque, como dice el refrán popular, las promesas sólo obligan a quien las escucha. Especialmente con Emmanuel Macron, a quien le gusta hacer bailar a los ambiciosos y no siempre se toma la molestia de llamarlos, como un novio que nunca aparece ante el altar.
Es un viejo amigo de François Baroin quien cuenta el episodio, apenas creíble. A principios de septiembre, cuando Francia llevaba cincuenta días sin gobierno, Nicolas Sarkozy se puso en contacto con François Baroin, a quien consideraba su hijo espiritual, para sondear sus intenciones. Figura histórica de la derecha, sin mayor disputa con la RN, señala, a su…
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