Pasada la hora, ya no es tiempo. Por eso a veces hay que agitar rápidamente una varita mágica para esperar que todo cambie.
“Un movimiento de la varita mágica” se parece un poco a lo que parece un nicho parlamentario. Estás en oposición, pides un deseo y rezas para que se haga realidad antes de la medianoche. Porque a medianoche, los carruajes vuelven a convertirse en calabazas y los milagros se evaporan, incluso en la Asamblea.
En esta carrera contrarreloj, LFI ayer tenía muchas esperanzas de que se cancelara la reforma de las pensiones. La extrema izquierda sabía que, en cualquier caso, el camino estaría plagado de obstáculos y que, con más de 1.000 enmiendas, tendría dificultades para completarlo todo antes de medianoche, ¡pero eso no importa! Lo importante era actuar “como si”. Como si la política dependiera del movimiento de una varita mágica.
En este partido también hubo ayer varios, de Mélenchon a Le Pen pasando por Copé, agitando una varita para ver si podían obligar a Emmanuel Macron a dimitir. Aquí también la ventana está cerrada. Presionar al presidente para que se vaya significa que Marine Le Pen puede ser candidata, antes de que tal vez los tribunales se lo impidan. Y esto es para que la izquierda evite volver a meterse en problemas por un potencial Primer Ministro. Se trata de no perder el barco.
Porque además de las varitas mágicas, también existe este enorme botón rojo llamado Censura. Ese que, para Michel Barnier, puede transformar su escritorio en una calabaza en cualquier momento si alguien lo presiona. Por eso, este jueves también el Primer Ministro agitó su varita mágica: ¡después de todo, no habrá aumento de los impuestos sobre la electricidad! Queda por ver si esta varita creará suficientes chispas para transformar un botón rojo en un botón verde…
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