En “Onze quai Branly”, Mazarine Pingeot profundiza en los recuerdos de su adolescencia oculta, marcada por el secretismo. Al volver a visitar el apartamento parisino donde vivió con François Mitterrand, combina una reflexión íntima y un testimonio poco común, evocando la relación única con su padre.
A sus 49 años, Mazarine Pingeot recuerda una adolescencia extraordinaria en “Onze quai Branly”, una historia íntima. El título de la obra proviene de un apartamento prestado por el Estado, que era el domicilio secreto donde vivía con su madre y François Mitterrand. “Era un lugar doblemente protegido, una frontera entre mi vida oculta y la ciudad”, confió el martes en La Matinale.
Para la hija del ex Presidente de la República (1981-1995), regresar a los lugares de esta juventud marcados por la clandestinidad fue una experiencia conmovedora: “Los lugares despiertan una memoria del cuerpo. Los gestos, los olores, los ruidos, todo vuelve”, explica. Sin embargo, a pesar de pasar un día en este espacio lleno de recuerdos, no pudo dormir allí, abrumada por la ansiedad.
Una relación padre-hija única
Dentro de las paredes de este apartamento, la intimidad familiar tenía prioridad sobre la política. François Mitterrand, estadista y padre secreto, fue un pilar de esta familia. “No era un lugar de espectáculo, sino sólo de intimidad”, relata Mazarine Pingeot, que detalla desayunos soleados con la radio encendida, donde las noticias sobre su padre se mezclaban con rituales familiares casi ordinarios.
Tuvimos que reaprender la vida, esta vez con una identidad reivindicada y conocida.
En esta juventud oculta, el escritor no se interesó tanto por François Mitterrand, presidente de la República. Fue ante todo un padre. “Para mí, él es mi padre. No es un personaje histórico y por lo tanto no tengo un conocimiento histórico de él sino un conocimiento íntimo”, explica.
Mazarine Pingeot recuerda también que la pregunta más frecuente que le hacían a su padre era: “¿A quién prefieres?”. Una petición bastante común entre los niños, pero que puede haberse visto acentuada aún más por su condición de niña oculta. “Quería ser preferida, elegida, justificada, quería lo mejor, al menos nada”, escribe en su obra.
El peso del secreto revelado
En 1994, el secreto finalmente quedó destrozado. La ascendencia de François Mitterrand se revela en la portada de Paris Match y la vida de Mazarine Pingeot da un vuelco total. “De la noche a la mañana, mi estatus cambió de invisible a objeto de curiosidad”, recuerda.
“Tuvimos que reaprender la vida, esta vez con una identidad reivindicada y conocida. Finalmente, pasar al estatus de alguien que se conoce sin haberlo querido. Siempre es muy, muy violento, porque se trata de convertirse en una imagen, en un tema de conversación. y pertenecer un poco a los demás y cuando has crecido en la discreción, es algo abrumador”, concluye.
Comentarios recopilados por Delphine Gendre
Web de adaptación: Tristan Hertig