Uno debe haber alcanzado un estatus tan alto para ser honrado con una estatua en vida. Por todo el bien que hizo por la selección argentina y más allá, Di María ya debe haberse asegurado de que algún escultor martillee los rasgos de Fideo hasta convertirlos en un trozo de mármol. Cuando el artista comience a indagar en este tema, denle la imagen del gol de chilena que marcó contra Estrela da Amadora. Sin duda, hacer levitar unos kilos de piedra será un milagro que los dioses estarán felices de conceder a uno de sus compañeros.
Di María trajo a la Tierra, el día de la Copa de Portugal, una especie de Cumbre Web de actos taumatúrgicos, donde la mayoría de los problemas pueden resolverse utilizando inteligencia artificial, que parece haber sido un invento de 1988, cuando la Albiceleste era un prodigio. Con 18 minutos en marcha, ya eran tres goles del extremo en la portería de Estrela da Amadora.
Pueden decir que se acabó, que la edad le ha quitado los nutrientes al fútbol. No serán más que consideraciones infundadas y sin prueba empírica. Es normal que el tiempo lo haya cambiado, pero el momento no dictará su utilidad. Si Di María no se cansa de dar a los demás lo que él mismo, sentado en el sofá como espectador, no puede ver en nadie más, el argentino tendrá garantizado un lugar en un contexto de excelencia.
La brillante entrada en juego del extremo facilitó el paso del Benfica a la siguiente ronda de la Copa de Portugal. En el plano táctico, Bruno Lage volvió a convivir con Álvaro Carreras y Jan-Niklas Beste. El protagonismo que este dúo suele denominar corredor izquierdo, cuando actúan en conjunto, no se vio, migrando al ala contraria. Por la derecha, el triángulo Bah-Aursnes-Di María dinamizó el ataque rojinegro y desbarató las intenciones defensivas de Guilherme Montóia y Nilton Varela.
Lage se dio el lujo de prescindir de algunos de los titulares habituales, utilizando a Arthur Cabral y Benjamín Rollheiser para formar el frente de ataque. En el banquillo estaban Kerem Aktürkoğlu, Vangelis Pavlidis y Orkun Kökçü. No fueron estos cambios los que redujeron la ofensiva del Benfica. Además de tres tantos Di María, Carreras y Beste también pudieron marcar en la primera parte.
Sin embargo, el Benfica no fue perfecto desde el punto de vista defensivo, un sector en el que António Silva volvió a tener un raro papel titular. Samuel Soares, portero del Mundial de Portugal, vio su tranquilidad vilipendiada por Rodrigo Pinho y André Luiz.
Di María no abandonaría el campo, en el minuto 65, sin sumar a los goles la asistencia para el 4-0 de Aktürkoğlu, mucho más eficaz que el chapucero Arthur Cabral. El turco fue el primero en ser liberado en una tanda de reemplazos aparentemente programados. Le siguió su compatriota Kökçü. Kaboré, lateral derecho que llegó a la Luz en verano, ni siquiera se sentó en el banquillo. Leandro Santos, jugador de 19 años formado en el Seixal, ocupó el ranura quedó libre por la ausencia del internacional de Burkina Faso e incluso tuvo derecho a debutar en el equipo principal del Benfica.
Estrela, entrenado por José Faria, acabaría convirtiéndose en inofensivo. El desvanecimiento de la actitud que alguna vez llevó al equipo de Reboleira a pensar en dejar a Luz con al menos un gol marcado sirvió como suplemento vitamínico para el Benfica. Zeki Amdouni se amontonó detrás de la línea de defensas incrédulas y marcó el quinto gol. El compañero de ataque del suizo, Arthur Cabral, marcó el sexto y el séptimo al estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. En octavos de final, los rojos se enfrentan al Farense.