Sorloth cambia el filo – AS.com

Simeone ya no solo tiene sus brazos en molinillo como arma para levantar los partidos. Ahora también está su hijo. El Simeone que, partido a partido, se lleva los ser, ser, ser. También hoy. También en esa tarde en la que el Alavés acarició la historia en la primera parte, ganar por primera vez en el Metropolitano, hasta que Giuliano y un gigante noruego les cayeron encima en la segunda. El primero puso las ganas, el segundo, el gol. El Atleti ganó, pero de nuevo en el filo

El partido había comenzado con las manos en alto, un homenaje a Simeone, 700 partidos, trece años logrando que a una generación de rojiblancos lo del Frijoles solo les suene a botiquín. Un Simeone que apostó en el once por todos aquellos que se quedaron en el parón más Barrios y Oblak. Luis García, mientras, que antes de comenzar saludaba a Soco, Socorro Morales, su mentor rojiblanco cuando el técnico del Alavés era un niño que crecía en la cantera atlética. En su once, precisamente, dos que en el siglo XXI se acunaron en el mismo lugar: Carlos Martín arriba y Manu Sánchez atras.

Fue una galopada del último lo que le puso al Metropolitano, de pronto, la tarde del color del cielo, plomizo y gris: al llegar a la frontal pasó a Carlos Vicente y, cuando este chutó, Javi Galán intentó detenerlo alzando el brazo como si eso fuera legal. O quisiera hacerle una pregunta. En el área, claro. Penalti. Guridi lo pateó a la derecha de Oblak, que se tiró a la izquierda. 0-1. En el Metropolitano ya nadie aplaudía.

Desde el inicio los chicos del Cholo rondaban el área de Sivera sin más peligro que ese, solo rondar. El Alavés cada vez que robaba un balón salía con las piernas de Caros Vicente exudando gasolina. La defensa del Cholo en la tarde, con Azpilicueta, de vuelta, y Witsel, tenía más años que punta de velocidad. El estadio, con una parte aún de huelga, asistía frío a cómo su equipo movía el balón pero era incapaz de encontrar un resquicio. Por dentro o por fuera, todo terminaba en un muro: balón rechazado por un blanquiazul. Y una vez que Correa rascó y halló hueco, pasó a Mordeduras que se la dejó a Lino, el mejor de los rojiblancos en el inicio, con intención al menos, que la pateó con furia… pero Sivera desvió con la punta del guante lo justo al larguero. Lentísimo, el equipo del Cholo se mimetizaba con la hora: de digestión pesada.

Apenas pasaba nada, salvo el tiempo. El Alavés se defendía eficiente mientras el Atleti se enmarañaba en su ineficiencia con piel de caracol. Llorente corría para nada, Griezmann andaba desubicado. Un Griezmann con nuevo peinado pero el mismo efecto que el pelo largo, ninguno, como si lo suyo más que valle físico fuese ocaso. Los centros al área para dos delanteros por debajo del 1,80 no eran un buen plan. Todos un espanto, imposibles de rematar. De disparos lejanos lo intentó por dos veces el Atleti antes del descanso. Una Koke, otra Llorente. Los dos mansos a Sivera. Al Atleti le faltaba todo aquello sobre lo que lo levantó el Cholo. Intensidad, mordiente y carácter. Tocaba y tocaba como músicos del Titanic. Absolutamente en vano. Inoperante. Tan cerca de la Navidad, los rojiblancos se han quedado sin luces. Algún silbido se coló cuando el árbitro anunció el descanso.

En el descanso, Simeone quitó a sus dos carrileros, Galán y Llorente, para introducir al gigantón Sorloth y el empuje de Giuliano. El último arrancaba aplausos hasta cuando sacaba de banda. Hasta en eso contagia. La primera pelota que tocó con los pies la corrió y envió con intención al corazón del área. Con el pequeño Simeone sobre el campo el Atleti volvió a latir, ya tenía sangre, y apretujó al Alavés en su área con el 1,95 metros de Sorloth apuntando cada balón que sobrevolaba como una pistola. El Alavés hacía daño con las internadas de Carlos Vicente aunque no encontraran rematador. A la hora, se acababa el descanso de Julián Alvarez. Justo después de que Lenglet cabeceara fuera, inexplicablemente y con todo a favor, una falta botada por Grizi. El tiempo seguía pasando aunque el Atleti jugase sin tacatá ya. Y con Giuliano. Que no escatima ni un esfuerzo, la segunda parte derramada de su sudor. Sus compañeros, el público, contagiado de su sangre. Buscó el gol pero se lo negó Sivera aunque el Atleti y el público ya estaban subidos a su chepa. El Atleti encontró el empate en un centro de De Paul hacia Sorloth que Abqar repelió con el tríceps. Penalti.

Griezmann lo lanzó tenso y, aunque Sivera adivinó, no paró. 1-1. Y diez minutos por delante para el final. Para el Alavés serían de resistir. Para el Atleti de remontada. Porque para eso estaba Sorloth por el área. Y De Paul en el campo. Ese De Paul que envía centros que vuelan gritando gol. Desmarque del gigante y gol. Simeone vio la amarilla por acudir a abrazar al noruego. En ese momento en el que Metropolitano estaba como al comienzo del partido, con ese estruendo alto, emocionado, y el técnico soplando de la mejor manera sus 700 partidos. Sin brillo pero con victoria. Gracias a ese gigante de la mano del más pequeño de sus hijos.

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