Este misil “balístico de alcance intermedio” (IRBM en la jerga) fue diseñado originalmente para transportar ojivas nucleares. Aunque no estaba equipado con tal dispositivo, esta es la primera vez que Rusia utiliza este tipo de misil. Llamado “Oreshnik”, según Vladimir Putin, es capaz de alcanzar un objetivo a varios miles de kilómetros de distancia, entre 3.000 y 5.000 kilómetros. Aquí habría sido disparado, el jueves 21 de noviembre, desde las orillas del Caspio, a unos 1.000 kilómetros de distancia.
Al caer sobre una fábrica en Dniéper, “Oreshnik” habría herido a dos personas. Un balance muy relativo, muy alejado de las muertes registradas el domingo 17 de noviembre en Sumy, en el norte de Ucrania, o de las decenas de heridos en Kriviy Rih la noche del viernes 20 al sábado 21 de septiembre. Un ataque que, por tanto, parece más bien una advertencia de Rusia, mientras Estados Unidos autorizaba a Ucrania a utilizar sus misiles de largo alcance, el domingo 17 de noviembre de 2024.
El poder de estas armas es inconmensurable con los medios ucranianos, que hasta ahora siguen dependiendo de las autorizaciones occidentales. Los lugares de lanzamiento de estos misiles también están tan lejos que el ejército ucraniano no podría intentar atacarlos, y su velocidad, supuestamente supersónica, hace que las defensas antiaéreas de que dispone Ucrania sean ineficaces. Además, al país le resulta imposible identificar, antes del impacto, si el artefacto tiene o no una cabeza nuclear.
Los rusos, sin embargo, habían avisado a los estadounidenses del disparo, unos treinta minutos antes del lanzamiento, a través de los “canales de reducción del riesgo nuclear”. Washington, a su vez, había advertido a Ucrania en los últimos días sobre el posible uso de tales armas.
En cuanto a la realidad de las operaciones, lo que más perjudica a los ucranianos desde hace meses son sobre todo las devastadoras bombas flotantes lanzadas por docenas en pocas horas, lo que hace que sea difícil neutralizarlas por completo.
La elección de Donald Trump como candidato presidencial estadounidense ha cambiado las líneas del conflicto. En particular, porque la incertidumbre que rodea su estrategia y la posibilidad de negociaciones a su llegada a la Casa Blanca empujan a Rusia, como Ucrania, a intentar afrontar este período en una posición favorable y a ejercer presión.
Si Moscú busca alzar su voz, particularmente contra Occidente, Volodymyr Zelensky también está aprovechando una razón para alimentar su discurso sobre la amenaza rusa, esperando al mismo tiempo presionar a sus aliados para que fortalezcan su apoyo. Una apuesta arriesgada, ya que Vladimir Putin pretende jugar precisamente con el miedo a la espiral, incluso antes de que se produzcan posibles negociaciones.