La Comisión Permanente de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte ha impuesto 35 propuestas de sanción diferentes a aficionados por su comportamiento en los estadios. Una resolución que pasa al primer plano mediático por la petición del organismo de más tiempo para estudiar los bochornosos incidentes ocurridos en el Clásico, donde presuntos aficionados insultaron racialmente a Lamine Yamal. Pero que tiene muchísimo más que estudiar en una clara demostración de que España sufre un gravísimo problema en sus estadios.
Ya en su día Vinicius desató un debate social sin precedentes al afirmar que España era un país racista. Desde luego, tenemos un problema con el racismo aunque probablemente no sea el calificativo más adecuado para el país. Que no sea correcto no implica que no debamos reflexionar sobre la evidente problemática que lleva a aficionados semana a semana a desahogarse en los campos de fútbol con insultos y comportamientos intolerables.
No hay más que ver la resolución de Antiviolencia para evidenciar que no son hechos aislados sino pautas de comportamiento constantes. Además de las propuestas de sanción a clubes, Antiviolencia pretende una multa de 60.001 euros y la prohibición de acceso a un recinto deportivo durante los próximos 24 meses al responsable de las redes sociales de INDAR GORRI, el grupo ultra de Osasuna. Según la resolución, desde ese perfil se han lanzado grupos xenófobos, de odio e incitadores de la violencia.
Es el castigo más severo, aunque otros doce seguidores tendrán que permanecer un año alejados del deporte en directo. En este caso, los motivos son el lanzamiento de un mechero, insultos racistas, escupitajos a la grada inferior, más insultos racistas, insultos y golpes a la policía, escupitajos a jugadores y árbitros, lanzamiento de botellas de agua, acceder a un recinto con un spray de autodefensa, insultos racistas a un miembro de seguridad tras desobedecerle, robo de un móvil, arrojo de cerveza a un policía o insultos graves a una grada rival.
Algo que a nadie se le ocurre hacer cuando va al fútbol a disfrutar de su equipo, a excepción de estos seguidores. Pero hay más. Activar un bote fumígeno en un Motril-Real Jaén cuesta 3.500 euros y nueve meses sin estadios. Seis meses de pena para provocar a seguidores rivales yendo encapuchadossaltar al terreno de juego, lanzar objetos al campo, activar una bengala y entrar con un petardo, insultar en el derbi madrileño con un pasamontañas en la cabeza o negarse a ser identificado por las autoridades en la previa de un partido.
Podríamos seguir poniendo ejemplos diferentes de las ocurrencias que tienen algunos una vez pasan el torno. Lo cierto es que ni siquiera resulta tan extraño que existan tantos castigos. Es habitual alcanzar las 30-35 propuestas por reunión, lo cual no quita que se trate de un asunto para la reflexión.
Por poner otro ejemplo, el partido entre Osasuna y Barcelona acabó en una posible sanción a un seguidor por insultar a la policía; otra por síntomas de embriaguez de un seguidor haciendo gestos obscenos mientras insultaba y amenazaba; otra por uno que decidió saltar al terreno de juego; otra por escupir a los aficionados de la grada inferior; la del responsable de INDAR GORRI; y una al club por “deficiencias en las medidas de control de permanencia de espectadores”. Solo en un encuentro.
Un documento de cinco páginas que evidencia los problemas que España tiene con la educación y el comportamiento de todos dentro de un campo de fútbol.