Desde hace varios meses, y más concretamente desde hace varias semanas, Argelia ha decidido y elegido situarse en una situación casi previa al conflicto con Marruecos. Las razones de esta política inmensamente peligrosa son múltiples.
La primera es que, mientras se acumulan los fracasos diplomáticos, tanto en la cuestión del llamado Sáhara “Occidental”, en el que sus dirigentes se muestran obstinados, como en la gestión de las crisis de Malí y Libia, Argelia ha decidido ocultar su compromiso internacional. desaparición intentando cambiar la situación mediante demostraciones de fuerza y discursos marciales.
La segunda razón se debe a los equilibrios internos del país, desgarrado por una feroz guerra de clanes. Además, para mantener un mínimo de cohesión entre ellos, ¿qué mejor que denunciar un supuesto peligro externo?
La tercera razón es que, si el “Sistema” argelino ha triunfado artificialmente sobre el Hirak, sus líderes son conscientes de que el clima social es todavía, y cada vez más, explosivo. Es más, las últimas elecciones presidenciales demostraron que el “sistema-régimen” había perdido toda legitimidad. Si bien la mitad de la población argelina tiene menos de 20 años, el país está efectivamente dirigido por ancianos cuya única “legitimidad” es haber luchado, a veces en la imaginación, contra la presencia francesa entre 1954 y 1962. En estas condiciones, ¿no ¿Será una política de tensión y discursos bélicos contra nuestro vecino marroquí una buena forma de amordazar a la oposición? De hecho, como ocurre con toda crítica, la respuesta es la acusación de traición, cualquier voz discordante debe callar si no quiere ir a prisión. Esto permite, por tanto, instaurar, en nombre del “patriotismo”, un verdadero sistema dictatorial.
La cuarta razón es que, si el “Sistema” logró resolver la cuestión de la sucesión del Presidente Bouteflika en el mejor de sus intereses, no evitó el colapso económico, con el aumento de los precios, la escasez y el mercado negro. Hoy, Argelia ya no es capaz de satisfacer las necesidades básicas de una población cuya tasa de crecimiento anual es del 2,15% y con casi 900.000 nuevas bocas que alimentar cada año.
El país no produce lo suficiente para vestir, cuidar y equipar a su población, por lo que debe comprarlo todo en el exterior. Dado que la agricultura y sus derivados sólo permiten satisfacer entre el 40 y el 50% de las necesidades alimentarias del país, una cuarta parte de los ingresos procedentes de los hidrocarburos se destina a importar productos alimentarios básicos. La importación de alimentos y bienes de consumo representa actualmente alrededor del 40% de la factura de todas las compras realizadas en el extranjero (Centro Nacional de Informática y Estadística-Aduanas-CNIS).
“¿No sería una buena manera de amordazar a la oposición una política de tensión y discursos bélicos contra nuestro vecino marroquí?”
La única pregunta que surge ahora es si el Estado podrá comprar la paz social por mucho más tiempo. Los dirigentes argelinos son muy conscientes de que, inundados de subvenciones, si la base legitimista de la población no se unió al Hirak, fue sólo por miedo a presenciar el triunfo de una revolución que la habría privado del presupuesto anual del 20%. . del Estado que se dedica a los “titulares de derechos”…
Los dirigentes argelinos son conscientes de que el desempleo juvenil alcanza al menos el 35% y que la pobreza social es tal que algunos observadores no dudan en hablar de “infamia” de una parte de la población. Saben que la industria no existe, que el sistema bancario es antediluviano y que, con más de 1,5 millones de funcionarios, la administración es paquidérmica. Saben bien que la sociedad está marcada por profundas divisiones regionales, étnicas, religiosas y generacionales. Pero el “Sistema” no puede cuestionarse a sí mismo porque, durante demasiados años, sus líderes cacoquimos se han alimentado del mito de la resistencia a la colonización, atrincherados en las numerosas asociaciones de titulares de derechos, incluidos los muyahidines o los hijos de mártires, que bloquean a Argelia en su acceso. patrones obsoletos dándole la espalda a la modernidad y, quizás aún más grave, a la realidad.
Ante una situación de expolio de los recursos estatales, mala gestión e incompetencia, quienes gobiernan el país desde 1962 se encuentran acorralados política y socialmente. Por eso optaron por adoptar posturas bélicas, con la esperanza de reunir a su alrededor a una población que ya no confía en ellos. Pero al hacerlo, sólo están posponiendo el momento en que la oleada popular finalmente los arrase.
Para el futuro del Magreb, sólo queda esperar y rezar para que su lucha por su propia supervivencia no desemboque en un conflicto devastador del que, a los ojos de la historia, cargarían con toda la responsabilidad.