Esta cosa del fútbol, para quien no hay visto un partido en su vida y desconozca si el césped es verde azul o fucsia, va de atacar y defenderse. Es como ver a dos francotiradores enfrentados. Se protegen con el casco y el chaleco antibalas e intentan hacer daño con su fusil de precisión.
Esto es así, siempre que no juegue el Real Valladolid. Entonces asistimos a otro tipo de espectáculo: el de la feria. Uno de los protagonistas tiene escopeta de perdigones -ni siquiera fusil- y no le hace falta defensa alguna. El otro adopta la pose de muñequito encima de un palillo. Ni ataca, ni defiende. La lucha se trata de ver cuántos palillos rompe el tirador para llevarse al muñeco. Es decir, los goles que mete para atar la victoria ante el Pucela.
Osasuna pudo golear. Realizó 20 disparos, por 7 del Real Valladolid. Continuó con la lectura de partido hecha por el Villarreal y desnudó las carencias de un Pucela que pareció un rival copero de divisiones inferiores.
De nuevo un mediocampo inoperante en defensa ni ataque arrastró a un equipo que jamás estuvo junto y cohesionado, excepto en unos minutos finales en que tiró más de la heroica que de la táctica y el cerebro.
El trío Cömert-Martín-Amallah no es que se deshaga, es que ya está deshecho y cuenta con infinitas bolas extra por decisión de un míster que fue pitado por primera vez en la temporada por seguidores pucelanos.
Peor fue lo de Ronaldo, al que gritaron en tres ocasiones pidiendo su dimisión. Seguramente esto le quite el sueño. Ni que el club fuese suyo.
El encuentro comenzó con dominio abrumador pamplonés, ilustrado en el marcador con un gol que no debió ser válido, más por las formas que por el fondo. Amallah pierde un balón por ser incapaz de encontrar una línea de pase, aunque recibió dos tarascadas que pudieron ser señaladas como falta.
La jugada sigue. El ex blanquivioleta Peña pasa a Oroz, que envía un certero pase de tacón a Budimir. El bosnio dispara pero Javi Sánchez tapa el tiro. El rechazo le llega a Bryan Zaragoza, que envía un tiro a quemarropa desviado por un paradón tipo balonmano de Hein.
Luis Pérez, que se había lanzado al suelo para tapar el tiro de Bryan, impacta conBudimir, sin posibilidad de disparo. García Verdura en el campo no ve nada, pero Pizarro Gómez desde el VAR examina dos posibles ilegalidades: un fuera de juego de Budimir, que no era por escasísimos centímetros; y el impacto, totalmente involuntario, de Luis Pérez.
Cuatro minutos después de la acción y tras estar Verdura delante de la pantalla casi todo este tiempo sin saber decidirse, señala penalti.
El VAR era para comprobar las acciones flagrantes que no se ven en directo, no para diseccionar el fútbol y escudriñarlo con microscopio electrónico. Con esta línea de actuación, en cada córner hay al menos un penalti.
Y eso fue lo que señaló Verdura: el punto de los once metros. Budimir engañó a Hein y marcó.
El tanto no despertó al Pucela, como ocurrió en Vitoria, sino que lo narcotizó aún más. El 2-0 se veía venir. Cruz cabecea un córner y el balón pasa cerca del palo, Peña envía alto otro testarazo y Oroz envía un disparo cerca del travesaño.
La contribución ofensiva del Pucela en esta primera mitad fue un tirito flojo y lejano de Amallah a las manos de Herrera.
La segunda parte comenzó igual, pero con Osasuna cada vez más volcado sin que el Real Valladolid ni Pezzolano reaccionasen. Peña avisó con un tiro neutralizado por los centrales antes de que Budimir disparase cruzado al palo.
El sonido del cuero impactando con el metal despertó a Pezzolano, que realizó cambios por fin positivos. A media hora larga del final Kike, Iván y Meseguer ocuparon las plazas de Cömert, Anuar y Amallah.
El Pucela comenzó a discutir la propiedad del balón a Osasuna pero las ocasiones seguían siendo navarras. Bryan, Moncayola y Budimir, éste en dos ocasiones, casi marcan.
El Real Valladolid tiró por primera ver ente palos en esta mitad por medio de Kike, flojo y a las manos de Herrera. Y tuvo el empate en botas del toledano. El único disparo peligroso blanquivioleta, raso y cruzado, llegó en el minuto 91. Catena sacó el esférico de la raya, con su portero batido.
El Real Valladolid pudo empatar pero también llevarse un saco. Y debe dejar de ser el equipo de las excusas para asumir que es el de las incapacidades y así intentar subsanarlas. Ha recibido goles en nueve de sus doce partidos y no ha marcado en cinco de esos doce. Así será un milagro salvarse.