El choque entre Clermontois y Bordelais dio paso a dos estrategias similares: conquistar los penaltis en lugar de optar por ejecutarlos. Un deseo que es un placer ver…
Cielo azul, sol amarillo, sin nubes en el horizonte. La decoración de este Clermont – Bordeaux-Bègles simboliza perfectamente el verano indio en el que están inmersos los auverneses desde hace una semana. En este feliz contexto, ambos equipos tenían un deseo feroz de jugar duro, marcar al rival y dar espectáculo. Un estado de ánimo traducido en acciones. Porque, además de los dos penaltis intentados y ejecutados por Carbery – con una facilidad desconcertante – Jaunards y Girondins buscaron constantemente penaltis, incluso cuando un intento de pasar los tres puntos se presentó con cordialidad para los artilleros de los dos equipos. Un deseo arriesgado pero muy apreciado tanto por los seguidores del Ejército Amarillo como por los simples aficionados que se calientan delante de sus pantallas.
Al final del primer tiempo, los de Yannick Bru podrían haber pateado mil veces para encontrar el toque a cinco metros de distancia, si hubiera tenido la oportunidad. Con 17-6 a estas alturas del partido, los bordeleses podrían haber regresado al vestuario ocho puntos por detrás, sumando tres puntos. Dominantes al frente, los finalistas de la última temporada lo intentaron todo para sumergirse en la tierra prometida. Un esfuerzo en vano ya que los Jaunards aprovecharon un scrum final de Gironda. Poco después del descanso, los Jaunards también utilizaron la misma estrategia, mientras que la UBB volvía al 17-13. Benjamín Urdapilleta prefirió poner a sus soldados en contacto antes que conseguir los tres puntos. Una elección rentable que permitió a los auvernias marcar gracias a Léon Darricarrère. Éxito o no, la elección del penaltouche simboliza un garbo que será eternamente elogiado…
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