Donald Trump tiene una curiosa relación con los perros. En primer lugar porque no tiene uno. Lo cual, en su posición, es excepcional. Antes de su llegada a la Casa Blanca en 2017, ningún presidente de Estados Unidos desde Theodore Roosevelt (que adoptó alrededor de diez años) había tenido la audacia de prescindir de un perro. Por nombrar sólo los más recientes, Joe Biden paseó a Champ, Major y Commander (este último fue expulsado de la Casa Blanca en 2023, tras un informe de veinticuatro mordeduras a personal, incluido el Servicio Secreto); Barack Obama les lanzó la pelota a Bo y Sunny (dos perros de agua portugueses). George W. Bush poseía varios terriers escoceses, siendo el más conocido Barney, y dos springers ingleses. Pero a Donald Trump no le gustan los perros. Odiaba a Chappy, el caniche de su ex esposa Ivana, quien le correspondía.
Por otro lado, nunca dudó en utilizar la metáfora canina en sus discursos. Hasta hace poco era exclusivamente peyorativo: fulano de tal era “despedido como un perro”otro “sudaba como un perro”. Abu Bakr Al-Baghdadi, líder de la organización Estado Islámico asesinado por las fuerzas especiales estadounidenses en 2019, “murió como un perro”.
Pero si ignoras todo eso y buscas en Google “perro Trump”, surge una relación completamente diferente entre el estadista y los animales. La primera que se repite es esta frase pronunciada el 10 de septiembre, durante el debate con Kamala Harris, la candidata demócrata a la Casa Blanca, sobre el tema de los inmigrantes haitianos de la pequeña ciudad de Springfield (Ohio): “Se comen los perros, se comen los gatos, se comen las mascotas de la gente que vive allí. »
No importa si son noticias falsas: Donald Trump ahora está orgulloso de aparecer junto a nuestros queridos compañeros. Además, al día siguiente, publicó en su cuenta de Instagram una foto generada por IA que lo mostraba a bordo del Air Force One rodeado por una gran cantidad de gatos y, excentricidad de la inteligencia artificial, patos. Una evolución que ilustra hasta qué punto la promoción de los animales de compañía, incluso para un político que se declara “fuera del sistema”, se ha vuelto esencial en la comunicación política.
Kamala Harris tampoco tiene un amigo de cuatro patas. Ni siquiera un gato, a pesar del persistente rumor. El actual candidato republicano a la vicepresidencia, JD Vance, describió, en 2021, al demócrata como “señora gato sin hijos” (« dama gato sin hijos »). Una vieja expresión misógina destinada a desacreditar a las mujeres que se dedican a la política mientras dicen defender los valores familiares.
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