una pintura hiperrealista de un Barbès entre la pobreza y la solidaridad popular

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Malek (Sofiane Germani), Prefectura (Khaled Benaissa) y Slimane (Nedjim Bouizzou) en “Barbès, la pequeña Argelia”, de Hassan Guerrar. DÍA2FESTE

LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – DEBE VER

Es raro que un responsable de prensa cinematográfica, profesión bien conocida por los periodistas especializados, y mucho menos por el público en general, se anime a pasar a la dirección. Es el caso actual de Hassan Guerrar, de 57 años, cuarenta de ellos en el cine, conocido como el lobo blanco en el sector por sus habilidades interpersonales y su “bocaza”, donde durante mucho tiempo lo llamaron “François”. antes de que, hace unos quince años, le pidieran que adoptara su nombre original en vista de la reconquista de sí mismo que estaba llevando a cabo en ese momento.

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Este detalle podría parecer anecdótico, pero se ve claramente la implicación colectiva que puede tener en el destino de este hombre, violentamente dividido entre Argelia y Francia, en un contexto de drama familiar que desde muy pronto le deja a su suerte, sin el más mínimo equipaje. A pesar de un éxito conseguido tanto con los dientes como con gran inteligencia, hoy sigue siendo fiel a Barbès, que es en realidad esta pequeña patria que tanto ama, ni del todo aquí ni del todo allá.

No profundicemos en la cuestión de Barbès, la pequeña Argeliauna película autobiográfica, si no reivindicada, al menos fuertemente sugerida. En él aparece (bajo la apariencia del rapero Sofiane – o Fianso, Sofiane Zermani en el estado civil) Malek, un empresario informático de unos cuarenta años, una persona tranquila y soltera, que vive en Barbès y ya no mantiene relación con su familia que se quedó en Argelia. , sin que sepamos el motivo.

viejas heridas

Una buena mañana, su sobrino Ryad (Khalil Ben Gharbia) llega a su casa sin previo aviso. Él lo acoge. En toda lógica dramatúrgica, su llegada parece abrirse a un lento desvelamiento de la situación familiar de Malek, los orígenes de su sufrimiento y su posible resolución. Este será sólo un caso muy, y probablemente demasiado alusivo: el duelo de una madre que no fue tan cariñosa, las viejas heridas que se abren de nuevo, los hermanos que se desgarran en esta ocasión. No sabremos mucho más.

Limitado sin duda por la modestia, reacio a exponer una verdad íntima que implicaría a la vez crueldad y crudeza de sentimientos, el director toma suavemente la tangente para explorar otra dirección, la del cuadro hiperrealista de un Barbès donde la crónica infernal de la pobreza y las drogas, especialmente entre los más jóvenes, y conviven el teatro bondadoso, colérico, colorido, de elocuencia popular y solidaridad. Un aura popular que la presencia simultánea de los raperos Sofiane Zermani y Soolking no puede sino magnificar. El resultado es una tragicomedia que realmente camina sobre la cuerda floja, y de la que hay que imaginar la altura de la caída de la que protege a su autor para entender la medida exacta.

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