Desde que tiene uso de razón, André Marzé siempre se ha interesado por el tiempo. Nacido en Menton, al pie del casino, a los 7 años instaló contenedores en el jardín de su madre para cultivar hortalizas y, como Hugolin en Pagnol, claveles. Así comienza su lectura diaria de la temperatura, que anota en una pequeña libreta comprada para tal fin. Madre lavandera, padre taxista, nada lo predisponía a convertirse algún día en agricultor y meteorólogo aficionado.
“Pies anclados en la tierra y cabeza en las nubes”
El joven estudió y se convirtió en profesor. Tras quince años en la docencia, la semilla latente germinaría cuando, en 1973, tuvo la oportunidad de comprar un terreno de 5.000 m² en Castellar y convertirse en agricultor a tiempo completo. La década de 1980 marcó el comienzo de la agricultura ecológica. André Marzé es el segundo agricultor del departamento de Alpes Marítimos que recibe la etiqueta ecológica de Nature et Progrès. “Empecé aquí con la ganadería. Como tenía estiércol, pude enriquecer la tierra que era muy pobre y cultivar hortalizas. No fui de vacaciones durante 30 años por o gracias a los animales. Regresé a mi lectura de temperatura. Observe y anote la temperatura y las precipitaciones todos los días. Soy agricultor, me gusta esa palabra. Siempre tenemos la cabeza gacha para cultivar, arar, cavar y luego miramos. si va a llover, si hay viento, los pies anclados en la tierra y la cabeza en las nubes, es interesante.comenta filosóficamente.
Termómetro, pluviómetro, lápiz y calendario, hoja para la lluvia, hoja para las temperaturas, sus herramientas son las más sencillas posibles. Desde hace más de treinta años, con la regularidad de un metrónomo, registra la temperatura bajo los refugios a las 7 de la mañana y a las 13 de la tarde para medir la amplitud térmica. “A fin de mes, promedio las temperaturas y también tomo nota de la lluvia para hacer el total. Al final de cada año hago unas treinta fotocopias del resumen del año, es mi manera de decir feliz año nuevo…” él especifica.
Promedio de mínimos y promedio de máximos le permiten medir la amplitud a lo largo de un año. En Castellar la amplitud moderada entre 7 y 8 grados se debe al mar Mediterráneo. Aquí no hay heladas, pero sí un clima muy templado que permite cultivar una gran variedad de hortalizas en invierno. “¡Castellar es verdaderamente un pueblo bendecido por los dioses! concluye con serenidad.