Hacia un aumento del impuesto sobre la renta

Hacia un aumento del impuesto sobre la renta
Hacia un aumento del impuesto sobre la renta
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Incluso antes de tener ministros en Bercy, Michel Barnier ya estaba trabajando en las medidas que podrían incluirse en el peligroso proyecto de ley de finanzas para 2025. Subidas de impuestos, recortes de gastos… La ecuación de la austeridad se impone al primer ministro en un ejercicio cada vez más limitado: el déficit público podría caer inesperadamente al 6% del PIB este año, según Los ecosBruselas espera que Francia presente un plan de recuperación que le permita volver por debajo del 3% en un momento en que el crecimiento económico se tambalea, privando al Estado de nuevos ingresos.

Michel Barnier se lo ha comentado a Gérald Darmanin: se está estudiando la posibilidad de subir los impuestos. La idea sigue debatiéndose en el seno de LR y RN ha prometido votar una moción de censura si el ejecutivo se aventura por ese camino. Pero está sobre la mesa. En concreto, la escala del impuesto sobre la renta quedaría congelada, según una persona cercana al asunto. Esta medida representa una ganancia de 4.000 millones de euros, que se les quitarían a las clases medias y altas, cuando la inflación es del 2%.

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La ilusión de estabilidad fiscal

Por lo general, esta escala se revaloriza cada año en función del nivel de aumento de los precios: esto impide que los aumentos automáticos, las subidas del salario mínimo o las pensiones vayan directamente a las arcas del Estado. La congelación consiste en dejar inalterados los límites de cada tramo de un año para otro. Algunos hogares que han obtenido un aumento de ingresos pasan entonces, de golpe, al tipo más alto. Y los hogares no sujetos a tributación pasan a ser sujetos a tributación. Por supuesto, el tipo no aumenta, lo que sugiere estabilidad fiscal. Pero el resultado es muy negativo para los contribuyentes.

Una medida de este tipo ya se ha aplicado, con consecuencias políticas nefastas. En 2011, François Fillon recurrió a ella. El año siguiente, Jean-Marc Ayrault la prorrogó. En 2013, 840.000 hogares que no pagaban impuestos tuvieron que pagar dinero a Hacienda y muchos otros vieron aumentar su factura. Se había puesto en marcha un mecanismo de reducción para proteger a los más pobres, que salvó a 366.500 hogares. Demasiado tarde. Ante el “hartazgo fiscal” que lastró el inicio del mandato de François Hollande, a finales de 2013 se votó un deshielo.

Otras vías fiscales, previstas por la antigua mayoría del bloque central, podrían activarse. Se debería aumentar la tributación de los beneficios de las empresas energéticas, y la de las recompras de acciones podría generar entre 200 y 300 millones de euros. Menos conocida, Bercy tiene en proyecto un mecanismo destinado a someter al impuesto sobre la renta a ciertos trabajadores independientes que reciben dividendos. Una participación de 1.500 millones de euros.

En cuanto al gasto, Michel Barnier parece obligado a renunciar a viejas promesas. Las leyes de programación están en la cuerda floja, indica una persona cercana al asunto. Los aumentos de créditos previstos y votados para Interior y Justicia para los años 2025-2027 no se llevarían a cabo. Lo mismo sucede con Investigación, cuyo presupuesto previsto se extiende hasta 2030. Es decir, según nuestros cálculos, la supresión de 4.500 millones de euros de gastos, al menos. Malas noticias para los futuros ministros afectados. Solo la ley de programación militar, que compromete a Francia en particular con la OTAN, se mantendría. Aunque exige encontrar, entre 2024 y 2029, no menos de 17.500 millones de euros adicionales, en total.

Sin embargo, estos esfuerzos no bastarían para alcanzar los objetivos, que deberían postergarse en el tiempo. Hasta ahora, Francia debería reducir su déficit público por debajo del 3% en 2027, un objetivo que Bruno Le Maire consideró creíble, siempre y cuando se realice un esfuerzo de unos 100.000 millones de euros en poco tiempo, algo que parece poco realista a los ojos del primer presidente del Tribunal de Cuentas, del gobernador del Banco de Francia y de la mayoría de los observadores.

Se espera que Michel Barnier y su ministro de Finanzas propongan a la UE un aplazamiento de dos años del calendario, alargando la fecha límite hasta 2029. A cambio, las medidas mencionadas podrían convencer a la Comisión de la credibilidad del plan. “Negociaremos el tiempo en Bruselas, contra la verdad de nuestros compromisos”, “El gasto anual que hay que dar equivale a 20.000 millones de euros como mínimo, sabiendo que, en teoría, un crecimiento económico del 1% aporta a las arcas unos 14.000 millones de euros anuales, antes de cualquier subida de impuestos. Demasiado poco para completar la ecuación”, argumenta un peso pesado de LR, abordando de paso al equipo saliente.

El primer paso, el de 2025, es el más difícil de superar. A todos los niveles. En el plano económico, la situación se ha deteriorado, los ingresos son bajos y se avecina una recesión. En el plano político, la oposición ha prometido, como era de esperar, no votar el presupuesto, lo que obligará a Michel Barnier a recurrir al artículo 49.3 y lo expondrá a una censura antes de finales de diciembre. Si se votara, Francia se quedaría sin ley de finanzas para 2025. En este caso, el principio de continuidad del Estado exige que los créditos se renueven de forma idéntica de un año a otro. Sin excluir este escenario de estancamiento, Matignon estaría considerando adoptar el texto en dos etapas. Por un lado, el primer ministro pediría al Parlamento que votara antes del 31 de diciembre la autorización anual para recaudar impuestos. Un requisito jurídico indispensable para que las administraciones tengan derecho a recaudar los ingresos. En una segunda etapa, los gastos se regularizarían mediante una votación en 2025, a posteriori. Esto ya se ha hecho. Queda por ver si esta agenda apaciguará a la oposición.

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