El zapato de raso y Juego del Calamarmisma pelea? La comparación puede resultar sorprendente, pero no es del todo descabellada. La obra épica de Paul Claudel retiene al espectador durante siete horas en la Comédie-Française, durante la época de los Conquistadores. Es un poco como “dar un atracón” con tu serie favorita, excepto que no vas a la Salle Richelieu en pijama, aunque puedes picar allí entre dos actos.
¿Don Rodrigue terminará siendo amado por Doña Prouhèze? ¿Preferirá a la venenosa Camille? ¿Su ángel de la guarda la salvará de la tentación? ¡Durante tres décadas, los corazones se aceleran y nos divertimos! Cuatro partes (y tres intermedios, uno de los cuales dura una hora y media) te transportan como una marejada a un mundo fuera del tiempo con giros dignos de una telenovela de lujo escrita con maestría. Éric Ruf, adaptador, director y escenógrafo, ganó su apuesta: ¡nadie salió de la sala durante los descansos! “Querían saber el final o vivir la experiencia hasta el final una vez iniciada”, comenta este último. No te aburrirás ni un segundo porque todo es muy variado.
Una aventura teatral
Marina Hands, Florence Viala, Danièle Lebrun, Alain Lenglet, Serge Bagdassarian, Didier Sandre, Christophe Montien, Birane Ba, Baptiste Chabaudy y Laurent Stocker, se encuentran entre los muchos elegidos en el escenario. Todos son impresionantes. “Es una aventura”, confiesa Laurent Stocker. Es un desafío que no crees que experimentarás a menudo en tu vida”. Interpreta a cuatro personajes importantes y a veces aparece a lo largo de la obra como un simple extra. Al igual que sus compañeros, forma parte de la “banda” de siluetas presentes en el plató… “Esto evita a los actores tener que esperar su aparición en escena”, explica Éric Ruf. Es cansado estar sentado sin hacer nada, es como dejar una taza de café y encontrarla fría. No quería dejar que los actores se enfriaran. »
Por tanto, todos y cada uno de nosotros somos también espectadores de la obra. “Algunas escenas me trastornan cada vez que las veo y creo que así será en todas las actuaciones”, admite Laurent Stocker. No diremos cuáles, para no “desvelar” una trama donde no faltan las aventuras y el humor. A veces guerrero obeso, erudito, prisionero o rey de España, deslumbra con la versatilidad de su talento y acaba exhausto y encantado. “Me desplomo de camino a casa y duermo media hora durante el gran intermedio”, dijo. Es agotador pero muy alegre vivir esta aventura”. Y hacernos imaginar el backstage donde maquilladores y performers trabajan con ahínco sin que el espectador sospeche esta emoción.
Un éxito público
En este caos organizado, los decorados son minimalistas pero no faltan: el vestuario de Christian Lacroix, la música de Vincent Leterme y la iluminación de Bernard Couderc encantan constantemente. “El orden es el placer de la razón, pero el desorden es el deleite de la imaginación”, escribió Paul Claudel. Éric Ruf ha hecho suyas estas sabias palabras. “No esperaba divertirme tanto”, nos confió una espectadora de cuarenta años al final de la función, reconociendo haber sido “arrastrada al teatro” por su marido “a cambio de una cena en el restaurante.” Esta idea divierte mucho a Éric Ruf. “La gente espera siete horas de gran poesía lírica que hay que ver una vez en la vida, un poco como el Mont Saint-Michel”, comenta. Es maravilloso cuando vienen a decirme que quedaron sorprendidos por la riqueza de una aventura donde no se aburrieron y donde incluso se rieron”.
El público, encantado, se deja llevar. En la sala estuvieron representados todos los grupos de edad. Desde el anciano al que solían sorprender cerrando los ojos (sin duda para comprender mejor las sutilezas del texto) hasta el estudiante interesado en Claudel, anotando el texto con entusiasmo. “Por suerte no teníamos pareja”, habría dicho con malicia Sacha Guitry al final del Zapato de raso en 1943. Con todo respeto, señor Guitry, estamos tan en desacuerdo con usted que volveremos allí por segunda vez, encantados de volver a poner un pie en esos zapatos.
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