TRIBUNA
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Según el historiador, si la prensa nunca ha ocultado la edad de Gisèle Pelicot, nadie quiere pensar en la forma en que cuestiona nuestras representaciones más habituales de la sexualidad masculina. Este silencio revela un tabú: el de la violencia contra las mujeres mayores.
El magnífico rostro de Gisèle Pelicot, que encarna perfectamente su determinación, su rectitud, su audacia, hasta el punto de convertirse en una “nuevo ícono del arte callejero”deja pocas dudas sobre su edad. Y aunque la serie de violaciones que sufrió comenzó hace más de diez años, ya había superado, el primer día, este plazo fatal que Yann Moix había fijado para la deseabilidad de las mujeres: “El cuerpo de una mujer de 25 años es extraordinario. El cuerpo de una mujer de 50 años no es nada extraordinario”. (María Clara, 4 de enero de 2019).
Sin embargo, si la prensa no oculta su edad, nadie parece querer pensar en el problema que plantea a nuestras representaciones más comunes de la sexualidad masculina y a la fecha de caducidad de los cuerpos de las mujeres. Todo el mundo ve este problema, todo el mundo se lo toma en serio al leer el más mínimo artículo sobre el proceso, o al ver a la víctima saliendo del tribunal, pero nadie habla de ello. El miedo a cometer un desliz, sin duda, a expresar un pensamiento sexista o ageista, o ambas cosas, y a que le reprochen ello. Pero hablar de la edad de las mujeres, en un caso tan obvio, no es ni sexismo ni discriminación por edad; Y
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