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La propiedad adquirida por el rey Felipe y la reina Matilde de Bélgica en una isla francesa, un rincón del paraíso alejado de miradas indiscretas

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El resto después del anuncio.

Una llegada muy publicitada y muy esperada. Al llegar el 14 de octubre en tren desde Bruselas a la Gare du Nord, Felipe de Bélgica, el rey de los belgas y su esposa Mathilde iniciaron una visita de estado de tres días a Francia. Calurosamente recibidos por Emmanuel y Brigitte Macron, el soberano y la madre de sus hijos pudieron disfrutar plenamente de la capital francesa.

Pasaron veinte años entre la visita del padre y la de su digno heredero… Recordemos que en 2003, el rey Alberto II de Bélgica, acompañado de su esposa Paola, fue recibido en Francia por Jacques Chirac, todavía en el poder. Pero desde entonces, ningún soberano belga ha regresado hasta hoy.

Philippe y Mathilde de Bélgica celebraron en Francia

Durante la suntuosa cena organizada en el Elíseo a principios de semana, Felipe y Matilde de Bélgica pudieron conocer a uno de sus descendientes, el Príncipe Gabriel de Bélgica, de sólo 19 años y que actualmente realiza unas prácticas en la academia militar de Saint-Cyr Coëtquidan según lo informado Partido de París.

Recordemos que la pareja real también tiene otros tres hijos, Elisabeth (2001), Emmanuel (2005) y Eléonore (2008). Sin lugar a dudas, el rey Felipe y la reina Matilde tienen con Francia un vínculo muy fuerte. “Sobre todo porque, si son perfectamente bilingües, en casa hablan más francés que holandés y piensan en francés.“, analizó a nuestros colegas el experto real flamenco Wim Dehandschutter.

Un rincón del paraíso que aprecian enormemente

Según el semanario, los interesados ​​poseen desde hace unos veinte años una suntuosa residencia en la isla de Yeu, situada “frente a la costa de Vendea“. Un pequeño rincón del paraíso al que les encanta volver en familia cada verano.

Situada no lejos del mar, su propiedad, tan querida por ellos, ciertamente tiene todo para complacer. Cada año en la zona, el padre disfruta navegando con sus hijos, mientras que su esposa, aficionada a la literatura, le gusta aislarse en la playa para sumergirse en sus libros. ¡Qué felicidad!

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