Uno en los verdes jardines del Palacio de Buckingham y el otro bajo la imponente cúpula de la Catedral de San Pablo. Retirado de la realeza desde 2020, Harry, que ahora vive en California, se apresuró a tomar el avión para cruzar el Atlántico a principios de febrero tras el anuncio de la enfermedad de su padre. Entonces tenía derecho a menos de una hora con el rey partiendo hacia su residencia de campo.
De paso por Londres para asistir a una ceremonia con motivo del décimo aniversario de los Invictus Games, una competición internacional para soldados heridos en la que está muy involucrado, el príncipe, que acudió sin Meghan y sus dos hijos, tuvo esta vez derecho a una bienvenida incluso más frío.
El martes, un portavoz del príncipe explicó que un encuentro con su padre “lamentablemente no será posible debido a la apretada agenda” de Carlos III: “El duque (…) espera verlo pronto”.
El rey, coronado hace poco más de un año, está recibiendo tratamiento para un cáncer no especificado, detectado en enero tras una operación benigna de próstata. Pero sus médicos consideraron que el progreso era suficiente para que pudiera reanudar sus actividades públicas la semana pasada.
Todo sonrisas bajo un sol radiante, el rey, vestido con una levita gris claro, inauguró el miércoles la serie de tradicionales “garden Parties” de verano en los jardines del Palacio de Buckingham, estrechando manos e intercambiando algunas palabras con los invitados.
Al mismo tiempo, el Palacio de Buckingham, que guardó silencio sobre la visita de Harry, anunció una próxima ceremonia que reunirá a Charles y William, subrayando la impresión de una ruptura entre Harry y el resto de su familia.
