El rey Carlos y la reina Camilla visitarán Sydney y Canberra durante seis días. Pero el interés por la monarquía entre la población australiana nunca ha sido tan heterogéneo.
En vísperas de la visita del rey Carlos III a Australia, muchos de sus súbditos de las Antípodas dicen desconocer su viaje o son indiferentes a él, señal de un país que se ha vuelto menos anglocéntrico.
“Olvidé que vendrían”, admite Trevor Reeves, un residente de Sídney de 73 años, para resumir el ambiente previo a la llegada de Carlos y Camilla, la primera visita en 13 años de un soberano británico al país.
El programa de esta visita real de seis días a Sydney y Canberra fue revisado a la baja debido al cáncer que padecía el rey. Pero debería haber pompa, así como grandes reuniones, en particular frente a la Ópera de Sydney.
“Aquí no tienen mucho impacto”
Sin embargo, el entusiasmo no debería ser tan alto como el de la visita de Carlos y su primera esposa, Diana, en 1983.
“No estoy muy entusiasmada, pero no los culpo por venir aquí”, observa Susanne Lowire, de 72 años. “No tienen mucho impacto aquí”.
“A algunas personas les encantan” estas visitas oficiales “como a las estrellas de cine”, continúa.
Desarrollos demográficos
Cindy McCreery, historiadora de la Universidad de Sydney, dijo que la falta de atención prestada a la visita real se debió a preocupaciones sobre la guerra, el cambio climático y el costo de vida. “Estamos viviendo un momento complejo con todos los problemas globales”. Es “natural esperar una actitud más variada hacia la monarquía”, señala.
Este cambio en la percepción de la monarquía también está determinado por la evolución demográfica del país. Según el censo de 2021, alrededor del 36% de los 26 millones de habitantes de Australia todavía se identifican como “ingleses”, el grupo más grande del país. Esto supone una caída de 10 puntos respecto a 1986.
Hoy en día, alrededor de un tercio de los australianos nacen en el extranjero, y crecen las poblaciones de origen italiano, griego, libanés, indio o chino.
“Durante visitas reales anteriores, la gente quizás tenía una conexión más fuerte con Gran Bretaña”, dice Cindy McCreery.
País dividido
Según las encuestas, alrededor de un tercio de los australianos quisiera deshacerse de la monarquía, un tercio quiere conservarla y un tercio se muestra ambivalente. Australia rechazó mediante referéndum en 1999 una modificación de la Constitución para convertirse en república. Por lo tanto, desde entonces no ha habido ningún cambio constitucional radical en la agenda.
Todavía hay seguidores de la monarquía en Australia. Pero incluso uno de ellos, Jan Hugo, gran coleccionista desde hace cuarenta años de todo lo vinculado a la monarquía británica, ha decidido no viajar.
En su casa de Nueva Gales del Sur, 10.000 objetos dedicados a la monarquía forman un auténtico museo.
“Son muy valiosos para mí, pero probablemente no valgan nada para nadie más”, admite.
A su lado, una gran estatua de la reina Isabel II sentada en un trono, rodeada de sus queridos corgis.