En esta época invernal, un buen libro, un buen fuego… y una copa de Krug vintage 172ª edición, ese es el lujo supremo.
¿Por qué amamos a Krug? Porque sólo el primer sorbo ya es un tremendo amplificador de placer. Tomemos como ejemplo una tarde de invierno iniciada bajo un espeso edredón, con la mejor de las novelas (leer en la cama es uno de los últimos verdaderos lujos) y el fuego crepitando en la chimenea, otro privilegio casi abolido. Sólo a través de sus fragancias, Krug nos lleva al mejor de los mundos, de inmediato. La 172.ª edición no es una excepción a la regla. Julie Cavil, la encargada de la bodega, hace milagros. En nariz nos transportamos al sur de Champaña. Se trata de almendras, lavanda, es Krug en la versión Pagnol. En boca aparecen algunos toques alimonados. Y luego, siempre están las cautivadoras flores blancas. Y esta cremosidad, esta sustancia extremadamente suave, esta profundidad abrumadora. No soltamos nuestro libro, esta tarde una novela de Mario Soldati, dotada de la descripción de los tormentos del alma. Las cinceladas frases del escritor romano acompañan perfectamente el despertar de las células sensibles con los primeros centilitros de champán.
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En este nivel de dominio, la literatura y el champán son la combinación perfecta. Ahora se trata de prepararse para lo que viene. Vuelve a poner un tronco en el hogar y comienza un nuevo capítulo. Estamos listos para el segundo sorbo.
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