Nosferatuque celebra este año su 102 cumpleaños, sigue siendo una figura imprescindible del cine de terror. Dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau en 1922, esta película de culto ha abarcado todos los tiempos y sigue influyendo a los cineastas de hoy. La actual adaptación de Robert Eggers, que se estrenará en cines el miércoles 25 de diciembre, es prueba de ello.
Experto en el género de terror, Eggers consigue modernizar esta obra rindiendo homenaje a la atmósfera única de esta película expresionista. Franceinfo Cultura recuerda las tres versiones de una película que influyó profundamente en la historia del séptimo arte.
Obra pionera del cine mudo, Nosferatu es una versión gratuita de la novela Drácula de Bram Stoker (1897), modificado para evitar problemas de derechos de autor. Esta película presenta la llegada de un misterioso Conde, Orlok, un terrorífico vampiro que infunde terror devorando a sus víctimas.
Nosferatucon su atmósfera oscura y sus efectos visuales innovadores, deja inmediatamente su huella en el cine. La interpretación de Max Schreck, en el papel del Conde Orlok, con su cabeza calva, su silueta alargada y esbelta, sus dedos ganchudos y sus gestos espasmódicos, quedó grabada en el recuerdo.
FW Murnau impone una imagen del vampiro totalmente desprovista de sensualidad y glamour. El Conde no es una criatura seductora, sino una figura esquelética, casi inhumana, cuyo aspecto decadente da miedo. La película, muda y en blanco y negro, sumerge al espectador en una atmósfera visual desestabilizadora, donde las sombras y las distorsiones de los escenarios subrayan el aspecto sobrenatural de la historia.
Murnau, utilizando efectos especiales innovadores para la época, crea una tensión palpable que hace Nosferatu Una obra maestra del cine de terror. Sin embargo, esta primera versión no sobrevivió sin incidentes a los recursos judiciales interpuestos por los herederos de Bram Stoker, las similitudes con Drácula siendo demasiado obvio. Muchas copias de la película fueron destruidas, pero quedaron suficientes para Nosferatu se consolida como un pilar del género.
Cincuenta y siete años después, el Conde Orlok cambia de estilo y esta vez otro alemán toma el relevo. En 1979, Werner Herzog reinventó el mito con Nosferatu, fantasma de la noche. A diferencia de Murnau, Herzog adopta un enfoque más contemporáneo, ofreciendo una visión del vampiro tan aterradora como siempre, pero ahora imbuida de una reflexión más filosófica, incluso onírica. La película, rodada en color (y hablada), también es más lenta y contemplativa.
Klaus Kinski, en el papel del Conde Orlok, ofrece una interpretación sorprendente: su criatura está deformada por el sufrimiento y la soledad, una entidad atormentada por la idea de su propia maldición. Herzog no sólo rehace la película, sino que la cuestiona, anclándola en una visión más oscura de la humanidad y la muerte. El Nosferatu de Herzog no es sólo un monstruo, es también una reflexión sobre el tiempo y la enfermedad, sobre el inevitable declive y la soledad. Esta mirada más introspectiva del vampiro sumerge al espectador en una dimensión más psicológica, donde lo sobrenatural se mezcla con una reflexión sobre la condición humana.
El director estadounidense reconocido por sus películas históricas y su dominio del terror detallado, Robert Eggers, en 2024, le toca el turno a enfrentarse al monstruo. Su Nosferatumarcado por recuerdos y experiencias personales, cobra vida en Transilvania en la década de 1830.
Con Bill Skarsgård, Willem Dafoe y Lily-Rose Depp en el reparto, la película aporta su toque original e íntimo. Inspirándose en Murnau, Eggers resalta la figura del vampiro monstruoso, contrastando con las representaciones seductoras y glamorosas de los vampiros modernos. Orlok, interpretado por Bill Skarsgård, toma forma de forma tangible, alejándose del arquetipo espectral: un monstruo de carne, apenas distinguible, escondido en las sombras.
En esta versión, Eggers crea una atmósfera pesada y realista, destacando la brutalidad y el aspecto inhumano de su vampiro. Nosferatu También se destaca por su exploración de antiguas creencias populares sobre vampiros, en contraste con imágenes contemporáneas.
A través de esta relectura, Eggers revive una figura vampírica más primitiva y aterradora, fiel a leyendas ancestrales, al tiempo que infunde a su obra una dimensión única y específica de su estilo de terror.
Lo que une a estas tres películas no es sólo el personaje de Orlok, sino también su exploración de la humanidad a través de la monstruosidad. Cada versión cuestiona la naturaleza del miedo, la enfermedad y la muerte. Murnau presenta la visión de un vampiro alienígena y sobrenatural que encarna el miedo puro a través de su aterradora apariencia. Herzog profundiza esta dimensión explorando la soledad y el sufrimiento, dando una dimensión más trágica a su Nosferatu. Robert Eggers, por su parte, regresa a las raíces folclóricas del vampiro, infundiéndole un terror más visceral y primitivo, alejado de representaciones modernas y glamurosas.
A través de estas tres películas, Nosferatu explora temas como la eternidad, la decadencia y el miedo a lo desconocido. Cada nueva versión de la película se mantiene fiel a la obra original y al mismo tiempo aborda las inquietudes específicas de su época. El Conde Orlok sigue siendo una figura emblemática del cine de terror y sigue dejando su huella en los cineastas y el público. El vampiro, lejos de ser simplemente un monstruo, representa una figura imprescindible en nuestro imaginario colectivo. Películas como Drácula por Coppola, Sombras oscuras o Crepúsculo son herederos de una larga tradición cinematográfica, que se remonta a la obra maestra de Murnau, tanto en términos de estilo visual como en la representación del vampiro.
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