“Hoy la cortina de lluvia se inclina hacia la izquierda”. Con ojos marrones jocosos, el autor de este poema disfruta de un té humeante en un café de Lausana, listo para la entrevista. Adèle de Montvallon tiene 18 años y esta es la primera. Lo que la sombra dice de la luz, su primer poemario.
Evidentemente le preguntamos por qué eligió la poesía, cuando acaba de admitir que le gusta más la ciencia. “Completé mis estudios de biología y química y ahora acabo de empezar a estudiar Derecho en la Universidad de Lausana. ¿Poesía? Un poco por casualidad”, sonríe Adèle. Fue cuando fue a asistir a una presentación durante sus estudios en el gimnasio Marcelin de Morges que hizo clic. “¿Por qué no escribir poemas, después de todo? Fue entonces cuando lo decidí. Mi obra de Madurez sería literaria. Fue un desafío para mí”.
Sus amigos están un poco sorprendidos por esta elección. Creen que es una broma. Sus padres, ambos proclives a la lectura y la literatura, no.
Mecánica de clanes
Cuando habló de su colección a su abuelo, Thierry Barrigue (nota del editor: caricaturista de prensa y fundador de “Vigousse”), éste no quedó inmediatamente convencido. “¡Eso fue antes de que lo leyera! Luego dijo que teníamos que hacer algo al respecto”, recuerda Adèle.
El mecanismo familiar comienza entonces en torno a la joven. Y el proyecto adquiere una nueva dimensión: su colección será publicada. “Mi madre volvió a leerme y me dio valiosos consejos. Mi padre me apoyó en mi enfoque. Mis abuelos releían atentamente mis textos”. Sin olvidar mencionar también a su editor, Olivier Morattel: “Dedicó mucha energía a la publicación de mi libro. También tuve la suerte de poder contar con el apoyo de los escritores Jean-François Fournier y Quentin Mouron”.
En su pueblo, al pie del Jura, los miembros del clan viven muy cerca unos de otros. “Siempre he vivido allí y cuando nos mudamos fue en el mismo pueblo”, dice la mujer que no se ve en absoluto dejando el nido familiar para instalarse en la ciudad. “¡Amo tanto la naturaleza! Aquí es donde mejor se expresa mi imaginación. Quizás demasiado. Cuando era pequeña, era una mezcla de princesa y Robin Hood, ambos sensibles e imprudentes. Quizás esto explique mi deseo de afrontar un desafío”. O cómo sorprender a la gente lanzándose a la poesía, cuando se suele tener un perfil científico, por ejemplo.
Pinturas cotidianas
“Hoy la cortina de lluvia se inclina hacia la izquierda”. Para Adèle, es uno de los ochenta y cuatro poemas que más la inspiraron. “Dice muchas cosas, pero el punto es obvio. Es como el número 46: “Qué lugar tan salvaje. Sin embargo, basura”. En lectura, estos dos puntúan. Los más largos, que describen paisajes, la naturaleza o, a veces, escenas de la vida urbana, son igualmente intrigantes y evocadores. Como tantos pequeños cuadros de la vida cotidiana, sus poemas se complementan.
«Me permitió explorar otra parte de mí, anclarme en el presente y también desconectarme de cierta manera”, dice Adèle, que no abandonó su teléfono celular durante este período. “No voy a decir lo contrario, pero es cierto que este trabajo de escritura me ayudó a estar en el momento presente. Estaba menos en mi teléfono”.
Se acabó la taza de té. Después de la entrevista, llega el momento de la sesión de fotos. El momento también para que Adèle se dé cuenta de lo que le está pasando. “No es nada fácil publicar un libro…” ¿Y qué dicen al respecto sus amigos que se muestran escépticos ante su elección? “Estuvieron presentes en la inauguración, leyeron la colección y descubrieron que me convenía”. Dirígete al equipo editorial de Femina. Es hora de decir que no sólo lee o escribe: “También doy clases de bádminton a niños de 10 a 17 años. Hice la formación hace un año y me enseñó humildad, organización, gestión de problemas”, se ríe Adèle. Una manera de que ella vuelva a salir de su zona de confort.
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