Detrás de las pulidas imágenes, los soberbios colores y la meticulosa animación, la angustia del creador. Hayao Miyazaki, padre de un universo fabuloso donde se encuentran cerdos antifascistas, brujas en miniatura y dioses jabalíes, no se inspira únicamente en los mitos y leyendas japoneses.
Es un hijo de su tiempo, profundamente marcado por la guerra, pero también, contrariamente a lo que pensamos de los boomers, por la emergencia ecológica. A medida que se desarrolló, su trabajo produjo “Películas luminosas de realismo profundamente preocupado sobre el estado del mundo”dice el director de este documental, Léo Favier.
Una preocupación ambientalista casi antiespecista
Miyazaki es un “conciencia del mundo”esencialmente el impacto de la humanidad “obsesionado con la guerra y la conquista”dejando atrás “paisajes devastados”. Pero si las películas del activista antinuclear y antimilitarista, marcadas por “Valores marxistas y pacifistas”saben insistir en las consecuencias nocivas de este estado de ánimo, también piden un retorno a la naturaleza, a la simplicidad de las relaciones entre las especies dominantes –nosotros, actualmente– y su entorno.
“Todos nacemos del bosque”le gusta recordar así al autor. Una preocupación ecologista, casi antiespecista, nacida de su fe animista, que podemos ver reflejada en mi vecino totoro, Nausicaä del Valle del Viento o incluso Ponyo en el acantiladoque analiza las adaptaciones necesarias al cambio climático. Pero es indudable Princesa Mononoke que más afirma su punto.
Es sin duda esta obra de 1997 la que mejor expresa “sus convicciones más profundas y sus dudas más íntimas”dice Léo Favier. El propio Miyazaki dijo entonces que quería hacer una película que rompiera con los buenos sentimientos: “Hemos hecho muchas películas que inspiran a los niños a ser alegres y esperanzados (…) para consolarlos y alentarlos. Pero dada la realidad que viven, este estímulo no es suficiente. (…) ¿Hacia dónde va el mundo? ¿Están los humanos haciendo lo correcto? Si evitamos estas preguntas, nuestro aliento será en vano, porque entonces equivale a evitar hablar de los problemas reales. »
Toda su vida como artista estuvo marcada por estos vaivenes entre la esperanza y el pesimismo. También se debe a su forma de trabajar: mucho trabajo, pero un proceso instintivo, donde sólo el ensamblaje final de miles de imágenes da una imagen completa. Muy humano, en definitiva.
Miyazaki, el espíritu de la naturaleza, Arte, viernes, 22.45 h.
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