En la enorme sala del teatro ondean banderas ucranianas. Ariane Mnouchkine no pierde los estribos desde el 24 de febrero de 2022, día de la invasión rusa de Ucrania. Grandes urnas envueltas con los colores de la bandera ucraniana están a disposición del público. Un actor de la comparsa nos invita a hacer una donación, las cantidades así recaudadas serán utilizadas “comprar drones” para Ucrania, “Armas para salvar vidas, no para matar”precisa. Aplausos en la sala.
Un libro ilustrado a tamaño real
” Yo creoescribe Ariane Mnouchkine, que como todos nuestros espectáculos, éste nació de una emoción y de una pregunta que muchos nos venimos haciendo desde hace dos años: cómo, en el siglo XXImi siglo, ¿hemos llegado al punto de intento de invasión, esclavización y destrucción de un país independiente por parte de otra potencia? ¿Qué es lo que, a lo largo de décadas, crea un líder, yo diría un hombre, como Vladimir Putin? Para intentar responder a esta pregunta, teníamos que intentar contar, teatralmente, el nacimiento de un sistema que cambió el mundo. Debería decir dos sistemas, porque la guerra del 14 nutrirá tanto al nazismo como al bolchevismo. (…) Así que nos sumergimos en la Historia y nos dimos cuenta de que, para contar la historia del 24 de febrero de 2022, ¡teníamos que remontarnos a febrero de 1917! »
El espectáculo comienza con buen pie. El doble de Mnouchkine, interpretado por Hélène Cinque, salta de su foso para atacar la pantalla de vídeo donde se proyecta en primer plano el rostro de Putin justificando su intervención en Ucrania.
El rostro se distorsiona bajo los golpes, la voz tiembla hasta volverse inaudible. Congelar fotograma. Rebobinamos el hilo de la Historia, desde las trincheras del norte de Francia hasta Petrogrado. Las escenas se sucederán así, sin pausa, hasta el agotamiento, con cambios de escenario en el panorama, cambios de vestuario detrás de escena.
Un libro de imágenes a tamaño natural cuyas páginas avanzan al ritmo de estos días prerrevolucionarios en Petrogrado que precipitaron la caída del zar. De ida y vuelta a toda velocidad entre escenas callejeras y escenas domésticas dentro de la Duma.
Detrás de sus máscaras, Lenin, Stalin y Trotsky están agitados
1917. La victoria estaba en nuestras manos es la primera parte de una próxima trilogía, aqui estan los dragones. Para Ariane Mnouchkine no hay duda de que Putin es el heredero de Lenin. En el origen del mal y los males del siglo XXmi siglo, la Primera Guerra Mundial que dio origen a dos totalitarismos: el comunismo y el nazismo.
Reforzado por este axioma inspirado en los escritos de Stéphane Courtois en su Libro negro del comunismoMnouchkine despliega sus conocimientos teatrales al servicio de un pequeño y bien engrasado teatro de agitación. Detrás de sus máscaras, Lenin, Stalin y Trotsky se mueven, se inquietan, se frotan las manos. En las calles de Petrogrado, los ciudadanos están agitados, inquietos, riñendo, blandiendo la bandera roja.
La revolución apenas ha florecido cuando los líderes comparten el poder. Esta Gran Rusia hegemónica extiende sus tentáculos a los países vecinos, la misma que hoy invadió Ucrania en febrero de 2022, y es la revolución bolchevique la que sería la matriz, nos dice Mnouchkine. Olvidada, Gran Rusia Imperial, olvidada Pedro el Grande, olvidada Catalina II. En el escenario, la aparición del zar, una especie de figura hierática, se representa de manera tan solemne que casi se lamenta el fin de su régimen.
Una mala interpretación histórica con un objetivo ideológico clásico
Porque, ¿cómo no ver que al agitar a Lenin, Stalin o Trotsky como marionetas, lo que se apunta es efectivamente la utopía comunista y, más allá de eso, cualquier ideal revolucionario? Si ya no es necesario demostrar los crímenes de Stalin, ¿qué luz nueva y sin precedentes nos aporta el teatro de Ariane Mnouchkine al repetir esta vieja idea de un estricto hermanamiento entre comunismo y nazismo?
Pensaríamos que escuchamos a Macron desestimando a la extrema derecha y al Nuevo Frente Popular espalda con espalda. Además, atribuir el régimen estalinista a Lenin y a Octubre de 1917 es una mala interpretación histórica con un objetivo ideológico clásico. Un poco tosco pero sin intento, sin ganancia…
Sobre todo porque Putin se presenta como heredero del sistema totalitario de Stalin, o incluso de Pedro el Grande, no de la revolución de 1917. Y menos aún de un Lenin al que nunca se refiere. Entre los soviéticos de 1917 y el estalinismo, Putin eligió a Stalin, que le permitió así justificar la invasión de Ucrania.
Un extraño sentimiento de cansancio y decepción.
Pero Mnouchkine no cede. Ni siquiera las convulsiones de la gente en el set logran matizar su postura ideológica. Su justificada condena de la guerra en Ucrania parece cerrar la puerta a la más mínima utopía. Pero entonces, ¿de qué sirve el teatro si no es el lugar de una utopía compartida, un ágora del pensamiento despertado en el trabajo?
Aquí, en la Cartoucherie de Vincennes, nos sirven un borscht frío y amargo. estamos lejos de Mandato o Suicidiode Nicolaï Erdman, que pagó un alto precio, bajo Stalin, por la indignación provocada contra el mismísimo Padre de los Pueblos a través de sus dos vodeviles soviéticos, irreverentes e impertinentes.
Si en el set del Théâtre du Soleil la tensión es palpable, si los actores impresionan con su compromiso, salimos del teatro con una extraña sensación de cansancio y decepción ante este libro ilustrado caricaturizado.
Hasta el 27 de abril de 2025, en el Théâtre du Soleil, París 12mi. Semejante. : 01 43 74 24 08.
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