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mujeres surrealistas, mujeres poetas, haikus

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“La araña que cuelga de una pestaña”. 33 mujeres surrealistas”, antología de Marie-Paule Berranger, “Poésie/Gallimard”, 528 p., 13,20 €.

“Poetas del mundo”, antología de Sylvie Brunet, Pocket, “Poèmes”, 160 p., 7 euros.

“Haikus de otoño e invierno”, antología y traducción del japonés de Corinne Atlan y Zéno Bianu, Folio, “Sagesses”, 98 p., 3,50 €.

Particularmentesi realmente hay una lección que aprender de La araña que cuelga de una pestañauna antología notable situada bajo el signo de un arácnido que teje una mirada o un ojo en el que perla una araña, es que no existe un poeta surrealista, no en el sentido, en cualquier caso, en el que solíamos hablar de un naturalista. novelista o un western italiano. Surrealismo es lo que nos muestran en cada momento estos 33 bucaneros. Este escuadrón incandescente de santos del abismo es una apuesta arriesgada de todo el ser, en todos los lugares y en cada momento, no un inserto, una filiación o un método.

Annie Lebrun (1942-2024), como siempre, va al grano: “Aparece la mujer surrealista[ît] como el cadáver exquisito que esperan todos aquellos asustados por la revuelta femenina y aterrorizados por el rigor surrealista. » Por Suzanne Allen (“Hija mayor de la revuelta y vino al mundo a escupir mis pepitas”) hasta la alemana Unica Zürn, musa suicida de Hans Bellmer, cabe señalar varios fundamentos. Primero, la dimensión planetaria: desde Perú (Simone Breton) y México (Frida Kahlo) hasta Grecia (Gisèle Prassinos) y Egipto (Joyce Mansour) pasando por Suecia (Greta Knutson), el surrealismo femenino se enciende y vuelve a unir el planeta. Entonces, este elemento nodal es que las mujeres aquí invitadas son creadoras politécnicas para quienes la pluma es sólo un pincel, entre ellas pintoras, cineastas y escultoras: Leonora Carrington, Léonor Fini, Valentine Hugo, Dorothy Tanning, Nelly Kaplan, Frida Kahlo o Toyen. Para cerrar este inventario, observemos la predecible y meticulosa destrucción del orden moral y de la paz dinástica, mejor encarnada por la consumida Laure (Colette Peignot) o, pura delicia, la belga Suzanne Lilar, autoproclamada surrealista y esposa… de Ministro de Justicia belga.

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