Par
Emilie Salabelle
Publicado el
14 de diciembre 2024 a las 11:02 a.m.
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Tras un saque inicial interrumpido por una huelga de bailarines, Paquita vuelve a los escenarios de la Ópera de la Bastilla. Un ballet suntuoso y de espíritu ligero, es la gran producción clásica elegida por la compañía para las celebraciones de fin de año de 2024. Remontada en 2001 por el coreógrafo Pierre Lacotte, especialista en reconstrucciones del repertorio. románticono se había dado en París desde 2015. española para gloria de las conquistas napoleónicas del Primer Imperio, Paquita, su enrevesada trama y su pantomima traviesaofrecen sobre todo bellos momentos de danza académica, con un cuerpo de baile especialmente destacado, papeles solistas bien ejecutados y una pareja de estrellas chispeantes.
Giros y vueltas en cascada
La historia, basada en la versión original de 1846, se desarrolla en la década de 1810 en la provincia de Zaragoza, entonces ocupada por los ejércitos napoleónicos. La trama, teñida de un exotismo romántico a la antigua usanza, no carece de aventuras teatrales.
Se trata de una hermosa Paquita, niño con un pasado misteriosoadoptado por los gitanos; de un joven aristócrata, Lucien d’Hervilly, demasiado enamorado para darse cuenta de que se está tramando un complot a sus espaldas, a pesar de intrigantes no muy discretos, que dividen el backstage, la mirada oscura y la capa ondeando al viento; de un intento de asesinato tan inverosímil como divertido, de una revelación telefónica sobre los orígenes de Paquita, de origen noble (por cierto, la misma que Lucien, de quien es prima). Una boda, organizada sin interrupción, será el pretexto para transformar el segundo acto en un espectáculo de danza alegre y muy virtuoso.
Una alquimia lúdica
Estas aventuras se desarrollan a través de una gran cantidad de bailarines en escena. Valentin Colasantesin aportar innecesariamente al juego, retrata a una Paquita amable y tranquila, con puntos seguros y una técnica bastante impecable. Frente a ella, Guillaume Diop brilla en el papel de Lucien. En unos pocos saltos, servidos con garbo por piernas que parecen cortar el aire, posiciones de brazos claras y flexibles, se mete al público en el bolsillo. La pareja se lanza a una broma ligera y juguetona, no exenta de dulzura en el primer pas de deux.
Este primer acto no está exento de longitud. Los bailes de los gitanos y los aldeanos son agradables de ver, pero les falta un poco de carácter. El papel de Iñigo, un gitano celoso y brutal, interpretado por Pablo Legasa, está demasiado caricaturizado para ofrecer un contrapunto realmente interesante. Recordamos especialmente el no tres que despierta el conjunto, magistralmente servido por Inès McIntosh, Marine Ganio y Francesco Mura.
Un gran clásico “Gran Paso”
Una vez pasada la revelación del nacimiento de Paquita, se decreta el matrimonio, la pantomima desaparece. Hora de bailar, solo para ella. El estilo francés, hasta la médula, se ve realzado por solistas precisos y musicales, un brillante cuerpo de baile. Muy esperadas y aplaudidas, las ratonitas de la Escuela de Danza compensan unas alineaciones aproximadas en su famoso “Polaco» con sonrisas de oreja a oreja, hombros orgullosos y energía inversamente proporcional a su tamaño.
El famoso “gran paso“, una pieza final de bravura, es un placer a seguir, y las dificultades técnicas las superan con gran éxito Valentine Colasante y Guillaume Diop. El cuerpo de baile femenino, al unísono, contribuye plenamente a este éxito.
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